Presupuestos trufados

Publicado: 27/10/2019
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Sí, un poco como el chiste del tendero que sacó a su hijo del colegio porque le estaban enseñando que el kilo tiene mil gramos. ¿A dónde vamos a llegar?
Trufar: “aderezar con trufas las aves u otras comidas”. La segunda acepción es la que se las trae: “introducir elementos extraños en un conjunto determinado de manera subrepticia”. Complicado para esta gente. La cuarta no deja dudas: “Decir mentiras”. Pues “la coalición de gobierno ha conseguido sacar adelante los presupuestos”, gracias al apoyo de su socio “externo”. Menuda ayuda exterior, que “trufa” los presupuestos. Porque eso es lo que ha “aportado” el socio. La coalición, con tal de dar la espalda a las enmiendas progresistas, ha vuelto a aferrarse a lo más que conservador y acepta unos presupuestos más ideológicos que prácticos o beneficiosos. Bravo. Juan Bravo se siente pletórico, se ve airoso en su tarea, gracias a imponer ahora el pedir permiso a los padres para impartir enseñanzas e incluir la caza como materia educativa. Eso sí: sin tener que pedir permiso, no se vayan a entusiasmar los padres enemigos del asesinato de animales indefensos. (¿el siguiente paso? ¿forzar a hincar la rodilla ante el recuerdo de D. Pelayo?).


Los de ultraderecha sí que muestran su satisfacción. Al fin y al cabo, casi casi están gobernando. O sin casi. Que con doce escaños se auto conceden la representación de todos los andaluces, cuando afirman cumplir las demandas de los andaluces. Es que quienes no lo demandan no serán andaluces. A ver quién lo discute.


La palabra tiene otra acepción: “Hacer creer que algo falso es verdadero”. Claro, los pobres no son académicos ni mucho menos. Al contrario, están en las antípodas de saber manejar el idioma, todo lo contrario del voto, que con número tan bajito hay que ver lo bien que lo valoran. Mejor valorado que un piso de alquiler. Aquí el personal, modestamente, llegó a pensar que los presupuestos se hacen para mejorar la calidad de vida, de enseñanza, de vivienda, de empleo, de alimentación. ¡Inocentes! Hoy han dejado claro, clarísimo, que sirven para enseñar a los niños a cazar y, tal vez, para impedir que los hijos de uno -y de una- puedan aprender que la tierra es (casi) redonda, un poco achatada por los polos, que no es plana como la mente de algunos. Sí, un poco como el chiste del tendero que sacó a su hijo del colegio porque le estaban enseñando que el kilo tiene mil gramos. ¿A dónde vamos a llegar? Pues, por este paso, al siglo XV, pero no para descubrir nada, sino para reimplantar el oscuro Tribunal.


Las reformas impuestas por los ultra conservadores incluyen una “reformulación” de todas las convocatorias de subvenciones. A ver ahora quién discute al ejecutivo. Incluir esas reformas tiene un coste adicional de quince millones de euros, pero “no pasa ná” ¡qué vá! ¿y el valor de haber aprobado los presupuestos tal como estaban, “solamente” con unos añadidos que, después de todo, a ojos de la coalición, deben quedar hasta molones? Meter  un poquito de presión, forzar un poquito la maquinaria totalitaria, después de todo, no pasa de aportar eficacia a la tarea autoritaria, más bien absolutista emprendida por el partido que quiso democratizarse, pero lo trufó la presidencia de José María Aznar. Al fin y al cabo de trufas va la historia, que la coincidencia no es sólo de ideologías. Faltaría más. 

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