Patio de monipodio

Acosos y banderas

Luchar contra la corrupción requiere independencia judicial, que el Congreso y no el Gobierno, nombren a todos los jueces

Publicado: 04/03/2018 ·
23:23
· Actualizado: 05/03/2018 · 10:44
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Las banderas merecen respeto por lo que representan. El patrioterismo de envolverse en ellas buscando protección, como en un bunker, no lo merece. Al contrario, es una grave falta de respeto a la bandera y las personas representadas en sus colores, empezando por los pseudo-analistas televisivos, en busca de justificación a los atropellos de sus admirados políticos. Zapatero inventó lo de “quien habla de crisis, no es patriota”; estos siguen a la zaga, con el equívoco principio estrenado por el banquero en “La Diligencia”, de John Ford: “lo que es bueno para los bancos (y para las constructoras y las eléctricas) es bueno para el pueblo”. Rajoy se pone una medalla al convertir su desmemoria crónica en silencio administrativo. En sus comparecencias sigue afanando respuestas, huye de referirse a lo más grave desde que su partido existe, aferrado al “hay cosas más importantes”, sospechosa obsesión en orillar y acabar con la exigencia de responsabilidades, en la comprobada, investigada y en parte condenada, corrupción propia y del partido.

“Mi obligación es gobernar”, dice el buen hombre (es un decir) escudado en su sillón cedido amablemente por quienes hoy piden su dimisión, como si toda la demagogia desarrollada pudiera tapar las cuentas “B” ó la pérdida de ordenadores, entre otras. Echar balones fuera se le volverá en contra pues, si su obligación es gobernar, debería aplicárselo. Ocultar Gürtel, caja “B”, indultar la corrupción podrá beneficiar la corrupción y los corruptos; pero no es gobernar. Luchar contra la corrupción requiere independencia judicial, que el Congreso y no el Gobierno, nombren a todos los jueces. Es no utilizar a las instituciones para proteger a los corruptos, y sí a los denunciantes de corrupción, en vez de castigarlos apartándolos de sus puestos; suprimir los aforamientos; limitar los mandatos. Es atender su responsabilidad, no utilizar Venezuela para eludirla. Es no acusar a quienes han visto sobreseídos sus casos, en vez de ignorar los propios. Rajoy nunca podrá resolver los problemas que afectan a la población, porque no los considera, no los tiene en cuenta. Y no quiere reconocerlos por su indiferencia al bienestar de la población.

Ni ochocientos mil militantes, ni miles de concejales, ni la desmemoria endémica del presidente, ni la demagogia de declararse “acosados” por la reclamación de responsabilidades, lógica de una democracia, pueden ni podrán justificar el nivel de corrupción sin que su principal responsable “sepa ná”. Los diputados no están en el Congreso para auto-beneficiarse con leyes anti constitucionales, hechas, como la Ley Mordaza, para ocultar la represión ejercida contra quien se opone; sino para obligar al gobierno a cumplir su misión, que no es otra que gobernar en interés de la mayoría.

Terrorismo e independentismo, o el “comodín” venezolano, demagogia para ignorar el debate son poco hábil maniobra, descubierta hasta por el más tonto. Lo cierto es que las mociones de confianza se ganan o se pierden en el Parlamento. Bueno, se ganan o se pierden por pactos a cambio de prebendas. Mejor que envolverse en la bandera sería gestionar. Asumir su responsabilidad.

 

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