Patio de monipodio

Manadas nevadas

Hay críticas muy sibilinas, con mucha más leche agria que la de cualquier chirigota, pero tan sibilinas que pueden pasar desapercibidas

Pues, sí. Sevilla es una ciudad encantadora y los sevillanos hubiéramos acogido amablemente a los casi muertos de frío por la nevada y la improvisación en las entradas a la capital del reino. Pero nos coge “un poco” lejos de la capital. En todos los sentidos. Imposible, porque los imposibilitados de llegar a sus casas por la nieve y el hielo, tenían que pasar por Madrid para el hipotético caso de que hubieran venido a ser acogidos en Sevilla. No tenía sentido, pero eso no desmerece la hospitalidad, la solidaridad que habrían recibido, como han recibido cuantos la han necesitado en casos incluso más graves que el de la vuelta a casa. No habría dado tiempo de enseñarles la ciudad, habrían tenido que volverse sin disfrutarla, pero habrían podido disfrutar uno de sus grandes valores: el de la solidaridad, la entrega, la humanidad, la hospitalidad. Que Sevilla no vive sólo para cobrarle los cafés o las cervezas al visitante. Que esta ciudad, además de una belleza admirable, como andaluza que es, guarda esos valores humanos que la hacen más admirable aún. Los valores propios del genio andaluz, de la identidad andaluza, de los que Sevilla forma parte como andaluza.
Tan grande y tan alto es el valor de la solidaridad, de la entrega a los demás, que aquí hasta se pasan por alto malintencionadas insinuaciones y ofensas. Si Gregorio Serrano hubiera vivido en Valladolid, o en Huesca, o en Lugo ¿se habría repetido tantas veces el nombre de la ciudad? ¿Es que tal vez no hubiera ido a pasar la Navidad con su familia? Hay críticas muy sibilinas, con mucha más leche agria que la de cualquier chirigota, pero tan sibilinas que pueden pasar desapercibidas.

El presunto fallo del director de la DGT no habrá sido el de vivir en Sevilla, es de suponer, al menos. No se ha nombrado a la ciudad para hablar de su clima, de su urbanismo, de su gente. Sólo para recalcar que en ella se encontraba con su familia, sin adivinar lo que se desencadenó. Pero, después de todo, que sepamos la adivinación no está entre sus habilidades. Si pecó de indecisión, o de dejadez, no será por ser de Sevilla. ¿O piensan eso sus críticos?
¡Qué oportuna es la oportunidad de sembrar cizaña contra el nombre de Sevilla! No es la primera vez. La presunta violación de una joven en los sanfermines ha puesto en la picota a cinco jóvenes, condenados por los medios y el común antes que por la Justicia. La Justicia puede equivocarse, puede incluso ser injusta. Se puede estar en desacuerdo con sus decisiones. Pero si alguien tiene más datos, más elementos de juicio, debería aportarlos antes de dictar sentencia. Pero que sean culpables o no, no es el caso en este caso. Es que ha habido violaciones, robos y hasta asesinatos, sin que se haya recalcado tan insistentemente el gentilicio de los responsables. Aquí, no.

Contra lo que es norma, en este caso no se ha conocido a los supuestos culpables tanto por sus nombres, o por “el grupo”, como por “los sevillanos”. ¿Pedirán, a continuación, cárcel para Sevilla? ¿Acusarán de violadores a todos los sevillanos, por ser sevillanos? Son pasos que faltan, que no se han dado, pero se insinúan detrás de tanta insistencia. Recalcamos: nunca vista en ningún caso de delincuencia.

 

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