Patio de monipodio

Mejorar el paisaje

La lujosa y pomposamente llamada “peatonalización”, fue una de las fiebres contagiosas del tándem Monteseirín-Torrijos...

Los adjetivos calificativos son calificativos, y pueden ser subjetivos. Lo son con demasiada frecuencia. Con demasiada frecuencia se usan para defender gustos personales, y hasta para contradecir cuestiones objetivas. Pero el cinismo humano, tan extendido, no se aviene a decir, por ejemplo, “este color me gusta más”. Lo resuelve con un escueto “es mejor”. Eso es: es mejor porque lo dice el individuo. Porque “le parece bien” al sujeto. Por eso cuando el sujeto ostenta poder, hace norma de lo subjetivo. Costumbre muy “política”, calcada por los servidores directos de los políticos: los funcionarios y subalternos, ya sean de libre designación o fieles conservadores de simpatías superiores.

La lujosa y pomposamente llamada “peatonalización”, fue una de las fiebres contagiosas del tándem Monteseirín-Torrijos, en la que ambos perseguían la mayor gravedad posible. Lujosa, pomposa e indebidamente llamada así, porque lejos de peatonalizar se ha “veladorizado”; porque sólo es preciso huir del tranvía y de las bicicletas, cuando no existe peatonalización. Pero resultó solución “moderna” y “progresista”, desde el criterio personal y subjetivo de quienes defendieron esa personal e irreal forma de peatonalizar, capaz de justificar el tranvía más lento del mundo. Solamente eso. Ahora no es sólo progresista. Ahora, además, “van a mejorar el paisaje ante la Basílica de La Macarena”. Para circular en dirección a Torneo, los taxis deben recorrer algunos centenares de metros más, que se verán reflejados en el contador. Pues “-hay otras paradas”. Invitación –más que invitación burla- a los usuarios; que “caminar hasta la próxima parada es muy sano” (Y quien madruga… es porque se levanta antes). Los autobuses escolares y los padres de alumnos se verán obligados a dar un rodeo. La cuesta bajo la puerta de la muralla, unida a lo cerrado del cambio de dirección, dificulta la maniobra a los autobuses. Pero “-Ahora hacemos esto y, cuando surja el problema, ya lo miraremos”, son las respuestas más fatuas, egoístas, prepotentes y desafortunadas, del técnico colocado y mantenido por compromisos de partido.


Sujetivismo, hecho pretendido ilusionismo muy al nivel del político, según quienes “-Vamos a cambiar una plaza desordenada, dura, sin vegetación”… con cuatro naranjos paralelos a Resolana. ¿Naranjos para lelos? ¿Eso somos para el Ayuntamiento? Toda la pretenciosa presentación con rueda de prensa, es incapaz de resolver el problema creado. Ni la Basílica va a ganar visión, ni mucho menos se va a mejorar el tráfico, que se mejora organizando, no necesariamente cambiando pavimentos ni dificultando la movilidad. Peatonalizaciones y prolongación del tranvía no pueden mitigar la falta de un verdadero medio de transporte rápido y eficaz. Lo que Sevilla necesita es una adecuada y suficiente red de metro; al menos las tres líneas pendientes y enlaces para facilitar los desplazamientos en todas direcciones, no los costos demagógicos de quien se limita a ignorar Sevilla, para ganar crédito en el partido, en seguidismo al inefable Monteseirín. Una conurbación de casi millón y medio de personas, merece soluciones reales.

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