Patio de monipodio

El gran expolio

La cultura es una forma de identificación. Y de cohesión. Singulariza. Marca y matiza la personalidad...

La cultura es una forma de identificación. Y de cohesión. Singulariza. Marca y matiza la personalidad. Pero la cultura no enfrenta a los pueblos, las culturas, por ser diferentes, son complementarias. Y toda cultura y todo ser culto es capaz de admirar otra, sintiéndose enriquecido, jamás disminuido. Todo lo contrario de la economía, que puede crecer por el esfuerzo propio, pero la hacen crecer a costa de otros. La economía sí marca diferencias, hace abismos, apuntala fronteras creadas para los demás, porque al mismo tiempo pone los medios necesarios para saltárselas. Ellos, los poderosos; los que dirigen la economía mundial. Por eso se favorece la macro-economía y se combate la cultura, porque cohesiona, singulariza, da personalidad, y por tanto, puede despertar el espíritu dormido de los pueblos, que son culturas. Es lo peligroso para el dominio ejercido por las grandes corporaciones y los gobiernos a su servicio.

Dentro de su valor genérico, la cultura tiene otros valores. Por ejemplo, es un aliciente, un animador de la economía local. Los miles de visitas provocados por el Ermitage, la National Gallery, los Uffici, la Alhambra, la Mezquita o el Alcázar, son animadores de la economía de San Petersburgo, Londres, Florencia, Granada, Córdoba o Sevilla. Es la función que cumplen El Prado o el Arqueológico Nacional, en Madrid. Con una diferencia: la Alhambra, la Mezquita y el Alcázar, son propias, igual que la mayor parte del contenido de los museos andaluces. En cambio ¿Cuántas obras “madrileñas” hay en El Prado? ¿Cuántos objetos madrileños en el Arqueológico? Solamente de Osuna hay varios miles. Sólo de una ciudad. En Andalucía hay más de seiscientas. Varios miles que enriquecen la “capital del reino”, a costa de empobrecer Osuna. Porque los visitantes interesados tienen que viajar a “la capi”, donde dejan sus divisas en bares, restaurantes, hoteles, tiendas, etc.

Sin duda es un motivo “de peso” para mantener la lamentable obra de acendrado centralismo, de despojar a las ciudades andaluzas para enriquecer los museos capitalinos, con la experiencia de que, lo que allí entra, no sale. Le ocurrió a la Dama de Baza, llevada “para su restauración”, o a la Inmaculada de Soult, que simplemente “pasaba por allí” cuando viajaba camino de Sevilla, el lugar de donde fue robada por el mariscal francés. Pues todo eso no es suficiente, como estamos viendo. La Fundación Focus-Abengoa devolvió el cuadro de Murillo, indebidamente, pues bien podía haber pagado a El Prado con su moneda particular. Pero no es suficiente: quieren más. Ahora, desde la Dirección de Patrimonio Nacional quieren llevarse la tabla de La Virgen de los Mareantes, expuesta en la antigua Casa de Contratación, del Cuarto del Almirante, en el Alcázar. Ni siquiera les importa que el Alcázar, con todo su contenido, fuera cedido por el Gobierno de la República a la ciudad. O esta gente no son muy republicanos, o les importa menos la decisión de un gobierno anterior, acostumbrados como están a los desafueros del actual. Pero, les guste o no, el republicano era un Gobierno legítimo. Absolutamente. El latrocinio centralista, en cambio, no.

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