Patio de monipodio

El buen paño...

En el arca se vende, decíase tiempo ha. La realidad comercial, con su inevitable y útil componente publicitario dejó obsoleta la frase. Pero la policía local no debería publicitarse: todos la conocemos y, más o menos, sabemos qué se puede esperar de ella; en todo caso, la información disponible es m

En el arca se vende, decíase tiempo ha. La realidad comercial, con su inevitable y útil componente publicitario dejó obsoleta la frase. Pero la policía local no debería publicitarse: todos la conocemos y, más o menos, sabemos qué se puede esperar de ella; en todo caso, la información disponible es mucho más explícita y certera que el simple contenido propagandístico del tranvía, limitado a eso: simple contenido propagandístico.

Salvo que la campaña busque minorar la grave situación económica por la que atraviesa Tussam, por culpa del propio tranvía, con lo que, igual que a Tussam y al Ayuntamiento, a la Policía Local le preocupa menos que poco la integridad estética del Casco Histórico, al incumplir la ordenanza publicitaria. Salvo que vea la necesidad de diferenciarse de las nuevas policías que está preparando el gobierno, para aumento del riesgo, satisfacción de caracteres autoritarios, especie de “espíritus de saloon” y beneficio de empresas, muchas de ellas muy poco escrupulosas. Las fuerzas de seguridad son el paño sólo vendible por su calidad, es decir, por su comportamiento. Una campaña publicitaria no les ganará simpatías; eso sólo puedo obtenerse de la calidad del servicio prestado al ciudadano.

Por ahí cojean muchas empresas de seguridad y sus autoritarios portadores de porras, cuyos métodos jamás se ganarán simpatías, cosa que tampoco parece preocuparles. Ahí está el “detalle” con que marcar diferencias a favor de las policías gubernativas. No son buen servicio ni la prepotencia ni el autoritarismo; lo único capaz de actuar en beneficio de la imagen de un cuerpo es cumplir su misión de apoyo al ciudadano.

Ahí, no ya cojea, hace aguas la ley del gobierno, al otorgar a empleados de empresas mercantiles, el mismo poder que a las Fuerzas de Seguridad. Una decisión propia del Estado autoritario en que el Gobierno está convirtiendo este, cada vez menos solapadamente, cada vez con más descaro, como si se pudiera continuar apretando hasta que la cosa estalle. Entonces serán necesarios los ejércitos privados que ahora se están creando, irresponsable o interesadamente. Si ya se han dado enfrentamientos físicos entre policías locales y nacionales -recuérdese la pelea, cuando los primeros detuvieron una ambulancia con un herido, para multar al conductor por saltarse un semáforo- ¿qué ocurrirá cuando los “cuerpos” policiales no sean dos, sino varios cientos, o varios miles? ¿Quién pondrá orden? ¿Quién tendrá autoridad sobre los demás? Si el trato es entre iguales, el entendimiento se plantea más difícil.

Aunque todos los empleados de empresas fueran “santos varones”, el precedente es gravísimo. De sobra son conocidos los excesos cometidos. Los métodos casi violentos -y a veces sin “casi”- superan con mucho la mínima corrección exigible. ¿Qué pruebas de aptitud y de actitud se están exigiendo a esos empleados? ¿Qué responsabilidades se han exigido y se van a exigir a las empresas que, con la ayuda de sesudos bufetes, defienden a los responsables de falta de tacto, de educación, incluso de actos violentos? La seguridad es algo demasiado sensible, demasiado delicada y, por lo mismo, demasiado peligrosa, para dejarla en manos privadas.

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