30.000 ¿más?

Publicado: 08/04/2013
¿Para qué? ¿Dónde hay cien mil personas con posibilidad de obtener vivienda? Necesitadas, más. Pero han enfrentado “necesidad” y “acceso”...
¿Para qué? ¿Dónde hay cien mil personas con posibilidad de obtener vivienda? Necesitadas, más. Pero han enfrentado “necesidad” y “acceso”. ¿Para qué quiere Sevilla treinta mil viviendas vacías más? ¿No hay bastante con las más de cien mil actuales en las que cabe una ciudad del tamaño de Málaga? De metros de oficinas vacías mejor no hablar… pero los constructores quieren seguir.

Impasibles, buscan continuar una escalada imposible e innecesaria, salvo que esas viviendas se hicieran a precios justos y con formas de pago asequibles, lo que arrastraría una bajada lógica en el “parque” actual. Pero no contemplan esa posibilidad. Quieren ayudas, suelo y dinero de todos, para seguir creando barrios fantasma. Dicen que el “Banco malo” derribará las viviendas no ocupadas a partir de 2016. Pues la construcción y posterior deconstrucción daría trabajo, pero el trabajo, sólo, no justifica ese gasto doble.

Quienes tienen dinero podrían crear empleo estable, invirtiendo en sectores generadores de valor añadido: cultivo, extracción, producción, fabricación, comercio… En lugar de pedir más recalificaciones los empresarios deberían “recalificarse” y hacer algo productivo, porque esas nuevas obras sólo van a servir para ocupar más espacio y aumentar el número de viviendas vacías, a las que nadie puede acceder porque su precio continúa superinflado y porque los receptores de millones siguen guardándolos en la trastienda en vez de moverlos. Y es que los bancos tienen las comisiones y no precisan vender dinero para obtener beneficios. Por lo visto.

Encima, ahora resulta que la usura no es delito. Está regulada en Orden Ministerial de 5 de mayo de 1994, con lo que, aunque pueda contradecir a la Constitución, como tantas leyes, según las audiencias de Alicante, Madrid y Sevilla, las cláusulas de limitación de intereses “no son condiciones generales de la contratación”, sino elementos configuradores del precio del producto y, como tales, son decisivos para que el consumidor declare su voluntad de contratar”.  Que el consumidor, forzado por la necesidad de residir en una vivienda, se vea obligado a firmar cláusulas abusivas no tiene valor en el Juzgado. Quien ha firmado el contrato con el banco -según los jueces- ha firmado por voluntad propia, sin presión alguna. Vaya: ser forzado por la necesidad “no es presión”. Es “voluntad propia”. Si, en vez de tantas viviendas, para que sigan vacías -caso que el “Banco Malo” no decida derribarlas- quienes tienen dinero lo invirtieran en actividades productivas, se generaría industria y se activaría el comercio, con lo que se reduciría progresiva y eficazmente el paro. Y, a más personas trabajando, menos gasto para el Estado y más negocio para todos. La salida de la llamada “crisis” es tan fácil como eso. Está claro que no padecemos una crisis, sino una debacle programada.

Pero ¿a quienes interesa que la mayoría carezca de medios para comprar los productos fabricados por las empresas de la minoría, o para ingresar el sueldo en sus bancos? ¿Quién se está beneficiando de la miseria provocada por este cambio de ciclo, que llaman crisis, apoyado por los gobiernos?

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