Con virus incluidos

Publicado: 18/03/2013
Presumen de ser “tu hogar”. No es el nombre; pero no merecen publicidad, ni saben que un hogar es un lugar donde vivir y convivir...
Presumen de ser “tu hogar”. No es el nombre; pero no merecen publicidad, ni saben que un hogar es un lugar donde vivir y convivir. Y que, para vivir en un hogar, en una casa, en un piso o apartamento, hacen falta ingresos con que poderlo pagar. Estos presumidores deben tener pingües elevados ingresos. El negocio debe irles muy bien. El negocio del engaño al que dedican toda su energía.

Mienten cuando disfrazan sin recato el vivir en una habitación, con un eufemismo apologético renombrado “alquiler compartido”. Mienten, engañan, cuando ofrecen “chollos”, “rebajas imposibles de superar” e idioteces similares, porque es de idiotas exagerar un descuento mínimo, magnificándolo como una “gran oportunidad”. Es de idiotas, porque creen imbécil al resto de mortales, al pregonar falsas ventajas. Estos presumidores de tres al cuarto, deben ignorar el coste real de construcción de una vivienda y el de compra que ellos ofrecen como servil pleitesía al vendedor.

Produce sonrojo y extrañeza semejante comportamiento. Sonrojo por la argumentación de venta, tan opuesta a la realidad. Extrañeza porque es imposible explicarse tanta falsedad, salvo que reciban comisión de los vendedores. Pero parece -al menos se dice- que la “güé” es gratuita. ¿Por qué, entonces, semejante interés? ¿Por qué esa apología de unos descuentos ridículos, de unos precios todavía super inflados? ¿Por qué no piensan -y confiesan- cuánto tiene previsto embolsarse el “honrado” vendedor de la vivienda, por la que pagó el equivalente a 25.000 euros, en el peor, muy peor de los casos? En el muy peor, porque por muchos pisos se pagó nueve o diez mil pesetas, en cuotas mensuales de quince, cuando el sueldo era de siete mil.

Demasiada subida para un derecho constitucional. Un caso concreto: el precio de determinada vivienda de 90m2 útiles, en una urbanización con “Club Social” en Sevilla, era de 2.450.000 pts. (menos de 15.000 euros), para un sueldo aproximado de 70.000/80.000 pts. (420/480euros). El sueldo ha subido al doble, más o menos. La vivienda, como mínimo al 1200%. Es decir, una vivienda costaba, hace treinta años, el sueldo de treinta y cinco meses. Hoy cuesta el de veinte y treinta años. Un alquiler costaba la quinta parte del sueldo. Hoy cuesta el sueldo. Y muchas veces, bastante más.

Con estos números a la vista es radicalmente vergonzoso que algunas “web” e inmobiliarias se permitan anunciar “magníficos precios”, “tremendas rebajas”, “oportunidades y chollos únicos”, en una tan brutal como pretendida e injustificada justificación de los altos precios actuales. Menos mal que el virus de la mentira viene acompañado por los otros los que, descubiertos sólo por antivirus muy potentes, dañan el cerebro del ordenador y el humano; y eso nos permite evitar sus añagazas, pues nadie en su sano juicio se conecta a una web, sabiendo que puede dejarle sin ordenador, antes de vaciar su bolsillo. Pero si existiera una ordenanza ética, estas y alguna que otra empresa inmobiliaria, serían cerradas por vía de urgencia. Aunque de las agencias inmobiliarias autolimitadas a asesores de la propiedad, todavía queda mucho que hablar.

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