Yo no cedo el paso a…” y con un palabro poco digno de figurar en un periódico, impedía el paso cruzado ante la puerta; ausencia de estilo, resuelta con la elegancia del ocurrente dramaturgo:“-Pues yo sí”. Ya no es igual; no hay puertas, lo que a muchos hace sentir la propiedad del campo.
Reaccionar como D. Jacinto Benavente requiere una sólida cabeza, virtud tan extraña a los políticos. Y eso complica, en tanto multiplica la necesidad de ocurrencia, dada la reiterada falta de respeto practicada habitualmente por los ciclistas. Por más que pregonen la “bondad” de la bici quienes sólo pueden presumir de nobleza en el apellido. Una ordenanza nacida ilegal, al darle preferencia sobre el más débil, le ha hecho sentirse superior en derechos. Que tampoco es de buena educación. Pero aquí no basta con ceder el paso.
Las “eses” de frenéticas carreras entre viandantes, a quienes obligan a sortear bicicletasno deberían darse, porque alguna te toca, que esto no es euromillones. La discontinuidad del carril, amparada en el uso de la acera, de aquella ordenanza, ha creado el lamentable y negativo sentimiento de superioridad a quienes pedalean, pero las gomas de la bici no son más ecológicas que las suelas de los zapatos. No hacer respetarlos carteles de “preferencia a peatones” aumenta el sentimiento, pese a la imposible superioridad. Y exigir pruebas tangibles -un acta notarial, o un vídeo autorizado por el agresor, o así- les otorgado doble impunidad. No faltan ciclistas educados,generalidad no es totalidad, es “sólo” mayoría. Mayoría lamentable, inducida por un gobierno irresponsable, protegida por decisiones judiciales favorables al ciclista-agresor y mantenida por otro ayuntamiento tan irresponsable como el anterior, al que nada le preocupa la seguridad del caminante.
El peligro de crear antagonismos y fabricar “dueños de la calle” no se justifica ni siquiera en la necesidad de anular la capacidad de pensar. El fútbol, o el enfrentamiento entre grupos urbanos, armas para asegurarse manos libres en la conducción (del Estado, o de la Ciudad), puede explicar la política de los dirigentes que nos toca sufrir. Pero ni remotamente la justifica. Si las Sociedades deportivas pagan por los descerebrados que tiran objetos al terreno de juego, si se responsabiliza a los organizadores de una marcha o manifestación, por el comportamiento de los asistentes, aunque sean absolutamente desconocidos para ellos, igual deberían pagar las autoridades responsables, inductores de estas macro-manifestaciones de futbolero “orgullo patrio”, los destrozos ocasionados por sus inducidos. El Gobierno ya debería haber indemnizado por el vandalismo en la “pila de los meones”, como responsable muy solidario de haber decapitado la Estatua de Sevilla.
La calle no puede ser de nadie para que sea de todos. Y la preferencia debe proteger al más débil. Una fiebre pseudo-ecologista, mal trazó un carril, hecho a la ligera como propaganda electoralantes que solución. Hay que educar, pero no basta eso con quienes han sido imbuidos de una superioridad inexplicable, hasta el punto de cambiar el respeto a los pasos de cebra por gritos insultantes al caminante que “osa” cruzarlos. Las “aceras compartidas” han demostrado ser insostenibles por el ejercicio de esa previsible y pretendida “superioridad”. Sería de buena cabeza poner las cosas en su sitio.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es