Todo pasa por algo. No tenemos que darle más vueltas. Nuestro destino está escrito y aunque quizás podamos hacer algo para cambiarlo, nuestros pasos en la vida siguen un rumbo. Un rumbo que vamos marcando o nos van marcando con unas directrices. Directrices que a veces no tenemos claro que sean las correctas. Pero termina pasando así. Porque en ese momento, creímos que debía ser así. Termina pasando, porque en el fondo, estaba puesto así para nosotros. Y aunque a veces no entendamos el porqué, no debemos venirnos abajo. Al contrario. Tenemos que seguir con las mismas ganas que teníamos cada día al levantarnos. Esos días en los que te levantas con la vista puesta en todos tus sueños, en tus objetivos. Y haces todo por llegar a ello. Y no importa nada que ayer estuvieras arriba y hoy estés abajo porque todo empieza por algo. Granito a granito, se formaron las dunas más grandes de arena. Pasito a pasito, hacia delante, llegarás a tu destino. Quizás no sea hoy, tampoco mañana. Pero no importa el cuándo, si lo que al final nos va a importar es el resultado: llegar. Volver a donde estuvimos, a donde fuimos, a donde seremos. Volver a la cima y disfrutar de ese bonito instante en el que ves recompensado todo el esfuerzo anteriormente realizado.
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