Todos tenemos una tara. Un defecto. Algo que nos gustaría cambiar. Pero venimos así de fábrica. Por naturaleza. Y esa tara nos caracteriza. Nos hace ser únicos, nos hace ser nosotros mismos. Sin embargo… ¿Cuántas veces hemos querido cambiarlas? ¿Habéis sido conscientes de que, cuando hemos intentado cambiarlas, no ha sido por nosotros mismos? Párate a pensarlo un momento. Y ahora puede que me des o no la razón. Pero muchas veces intentamos cambiar por las personas que tenemos alrededor o son éstas las que nos terminan cambiando sin que nos demos cuenta. Y perdemos nuestra esencia. Y no nos damos cuenta. Quien nos quiere, debe querernos tal y como somos. Con nuestras taras, nuestros defectos, nuestras virtudes. Porque lo que menos tenemos presente siempre son los defectos. Sabemos que están, pero si nos preguntan por nuestros defectos y virtudes, siempre nos cuesta mucho menos sacar nuestras cosas positivas que las negativas. Porque lo positivo reina sobre lo negativo. Porque tendemos a lo bueno. Quizás a la perfección, aunque esta sea imposible de alcanzar. Porque por mucho que se diga, nadie puede llegar a ser perfecto, porque la perfección es algo subjetivo, algo que depende de quien lo mire y cómo lo haga. Así que, tras esto, piensa que tus taras te caracterizan, te hacen ser tú, tan solo tienes que encontrar a esa persona que se fusione con tus taras.
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