No sé por qué tenemos miedos, en lo cual me incluyo. No sé a qué o a quién tememos. Somos inconscientes de que la gran mayoría de las veces actuamos por directrices y no por impulsos. Directrices que, en la gran mayoría de los casos, vienen dictaminadas por la sociedad, por el entorno que nos rodea, por las personas que nos acompañan diariamente o, simplemente, por ‘personas modelo’ que pretendemos seguir. Y dejamos aparcados los impulsos, las ganas de querer ser. Nos olvidamos de que tenemos que ser nosotros mismos, sin nada que nos frene. Porque si vamos con los frenos echados, nunca llegaremos a nuestro destino o quién sabe, si cuando lleguemos, ya sea tarde. Las ganas dicen la verdad. A fin de cuentas, son las que mandan en nosotros mismos. Son las que reflejan lo que verdaderamente sentimos, lo que deseamos. ¿Por qué tenemos que guardárnoslas en tantísimas ocasiones? No entiendo por qué debemos ocultarlas, por qué debemos seguir un patrón que no nos representa. Somos personas, seres únicos por naturaleza. Que no existen dos personas iguales, que sientan lo mismo, que deseen lo mismo, que padezcan lo mismo. Cada persona posee unos sentimientos, tan personales e intransferibles como lo son nuestras vidas. Y es por ello, por lo que nuestra mejor decisión en esta vida será tomar nuestras propias riendas. Será vivir por y para nosotros. Y no para nadie.
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