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Pablo Iglesias en auxilio de Otegi

Habría que decirle al jefe de Podemos que sin personas como Otegi nunca habría habido terrorismo.

Publicado: 24/04/2018 ·
13:00
· Actualizado: 24/04/2018 · 13:00
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Autor

Rafael García Rico

Rafael García Rico ejerce como Director de Irispress Magazine. Ex Diputado en el Congreso.

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Dice Pablo Iglesias que sin personas como Otegi no habría paz. Es posible, quizá; contribuyó con Jesús Eguiguren a la negociación política con la organización criminal en el telón de fondo, y así se ha narrado sobradamente. Sin personas como Jesús Eguiguren no habría sido posible la paz, eso sí es seguro. Eguiguren buscaba la paz mientras enterraba a sus amigos y compañeros asesinados por los amigos y compañeros de Otegi. Pero eso no lo recuerda Iglesias, cuya memoria selectiva es siempre un festival de ignominia.

Esto que Iglesias llama engoladamente la paz no es más que el hecho cierto de que ETA ha dejado de matar. Entiéndase por ETA una decena de criminales dispuestos a hacerlo o a no hacerlo, pero ETA es poco más hoy. No es una organización enfrentada a la seguridad del estado por un conflicto político en un territorio dominado sin libertades y sin derechos. En el delirio etarra, la confusión de la realidad con un sueño revolucionario derivado en una escalada de sangre sin sentido, la razón política dejó de existir, si es que se puede dar por bueno que haya existido alguna vez, tras la celebración de las primeras elecciones libres, en la aprobación de la Constitución o en la entrada en vigor de un estatuto de autonomía con una amplia posibilidad de autogobierno.

ETA tuvo aquellas ocasiones para hablar de paz. Por ejemplo, cuando el Gobierno de Adolfo Suarez aplicó una amnistía total que dejó las cárceles vacías de terroristas, muchos de ellos reincidentes posteriormente, causantes de centenares de asesinatos.

Por eso, no creo que ahora se pueda hablar de paz como lo hace Iglesias, que en tiempos de crímenes, cuando, por ejemplo, Otegi se iba a la playa – según sus propias palabras - mientras las calles se llenaban de personas reclamando la vida para Miguel Ángel Blanco, el jovencito radical que era el de Podemos, se iba a las herriko tabernas, donde se bailaba con música de Kortatu, se fumaban   porros y se gritaban consignas a favor de ETA y en contra de los ‘txacurras’, que era lo que más molaba.

No, no hay paz. Hay derrota. No hay príncipes de la paz ni abrazos de Vergara, hay derrota de unos, el fin de su mundo, el fracaso total.

En adelante, cuando los terroristas de ETA se levanten cada día en las cárceles o paseen por sus pueblos después del cínico ongietorri de los colegas, comenzarán a darse cuenta de que no son más que asesinos, criminales que no recibirán, a la larga, más que el asco y el desprecio de las personas decentes. Incluso muchos de los que los jaleaban, los rehuirán: no sabrán hacer otra cosa que matar. Merecerá la pena verlo, aunque ahora Iglesias quiera darles legitimidad.

Habría que decirle al jefe de Podemos que sin personas como Otegi nunca habría habido terrorismo.

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