Palabras en Libertad

Gran Hermano de la política

El siguiente paso será su conversión en culebrón, con centenares de capítulos diarios y una audiencia atrapada con los ojos saltones

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Gran Hermano, el reality de Guadalix y Fuencarral acusa el desgaste de un largo ciclo coronando las audiencias de televisión. Algo así, pero en dirección opuesta, sucede con los acontecimientos políticos que afectan a Cataluña, que han logrado consolidar una tendencia de consumo aupando al segundo canal de Atresmedia a las cifras más altas de su historia.

Cambiamos a los concursantes por los manifestantes, que se nos repiten a diario en todos los programas de esta televisión generalista pero volcada en la actualidad política desde hace un mes.  Nos hemos familiarizado con la chica dedos rotos, los policías de Pineda, el cantante de saetas de la Guardia Civil o el ir y venir de sorayas, puigdemones y junqueras. Actúan ante las cámaras como lo hacen los personajes del GH de Telecinco, aunque su desgaste es menor y su interés se multiplica por momentos.

Casi podrían hacer autopromos basadas en los previsibles comportamientos de cada uno de ellos. ¿Volverá Pedro Sánchez a primera línea? ¿Contestará Soraya a los ataques del PSOE? En el formato granhermaneado de la política también están los participantes de los debates sobre los comportamientos realizados y los previsibles que tendrán los personajes.

La cadena amiga dice ahora, ante la caída de audiencia, que revolucionará su programación para que todo gire en torno al eje de GH 18. Así nos pasa con Cataluña, que todos los programas cubren las expectativas del espectador y atienden con denodado interés cada paso que se da en el contencioso territorial entre la Generalitat y el Gobierno.

Así, desde primera hora de la mañana ya sabemos por los programas estrella matinales dónde estarán los sujetos del día, descubriremos nuevos intríngulis que haya sucedido durante las horas previas y estaremos sobre aviso de nuevos acontecimientos, siempre con la opinión de protagonistas y tertulianos de oficio de profunda especialización en la temática catalana.

El fenómeno es transversal a todas las teles. Aunque lo verdaderamente importante es el público, como diría cualquier presentador o comentarista avezado. El público ha dado el gran salto adelante de la modernidad: la vida en directo ha pasado del plató a la calle, del escenario a la institución. Y así, en vivo, asistimos a la evolución política nacional en su mayor crisis.

¿Antes de caer el régimen del 78 caerá Gran Hermano? Es posible, aunque más bien se ha transformado, ha saltado de canal y se ha instalado en la parrilla de las demás con personajes nuevos y nuevas situaciones. De momento ese es el formato; el siguiente paso será su conversión en culebrón, con centenares de capítulos diarios y una audiencia atrapada con los ojos saltones. Al fin y al cabo esa es la estrategia de Puigdemont con el procés: un disparate continuo y sin salida.

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