Opiniones de un payaso

Abortar no es lo mismo que ir a hacerse un lifting

No me queda esta semana otra que escribir sobre el proyectado cambio de la legislación relacionada con la interrupción voluntaria del embarazo. Bueno, sí me quedan las opciones de no escribir o escribir sobre otra cosa. Pero recojo el guante...

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No me queda esta semana otra que escribir sobre el proyectado cambio de la legislación relacionada con la interrupción voluntaria del embarazo. Bueno, sí me quedan las opciones de no escribir o  escribir sobre otra cosa. Pero recojo el guante.
Lo cierto es que me estaba resistiendo a abordar de nuevo este espinoso tema. Pensaba que, una vez aprobada la reforma auspiciada por el gobierno de Zapatero en 2010, el debate a nivel político en torno a la cuestión había quedado, por fin, zanjado. Y pensaba igualmente que, en lo que se refiere a este asunto, la derecha más retrógrada de este país no volvería a las andadas porque la otra derecha –también retrógrada pero menos– no se lo permitiría. Ahora bien, lo que sí que no me imaginaba yo por aquel entonces es al hoy ministro don Alberto Ruiz Gallardón liderando la facción del conservadurismo más ortodoxo dentro de su propio partido. Suponía –bien es verdad que hace de ello ya mucho- que se movía el ex alcalde de Madrid en una onda distinta, digamos más progre, que la vieja guardia del PP.
Claro que la cosa ya no sorprende, visto lo visto desde que Rajoy accedió a la Moncloa y este gobierno rige, hasta donde alcanza, nuestros destinos. Los dos años que ahora acaban de cumplirse desde que el actual ejecutivo se constituyó y emprendió su gestión pueden considerarse el período de mayor retroceso habido en la historia reciente de España. Y lo malo es que cuando hablo de retroceso no me refiero al ámbito de lo económico, que, miren ustedes, podría en cierto modo considerarse –no es que yo lo crea– que está justificado, sino a un retroceso en el terreno de lo ideológico. Retroceso inadmisible en la medida en que desde uno de los tres principales poderes públicos se está tratando de imponer los dictados de un integrismo moral –que me atrevo a afirmar ni siquiera comparte la mayoría de los ciudadanos– por encima del consenso social construido desde la sociedad civil a lo largo de los últimos treinta y tantos años de existencia de nuestro estado democrático y de derecho.
Como he dicho otras muchas veces, ya me gustaría a mí ver a muchos de esos que tanto se preocupan por la vida de los no nacidos igual de interesados por la dignidad de las personas, independientemente de su sexo, raza, condición o credo, por ejemplo. O tan combativos contra la pena de muerte como se muestran contra el aborto.
También lo decía en otra ocasión, a lo que parece todavía hay quien se piensa que lo de interrumpir el embarazo para una mujer es casi lo mismo que ir a hacerse un lifting. Como si una decisión de tal calibre no fuera traumática sino pura frivolidad, simple y mero capricho.
Para toparse con talibanes no tiene uno que irse muy lejos. Se diría que retrocedemos a los tiempos de María Castaña y a eso algunos lo llaman progreso.

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