Ojos de plato

Ojos de plato. Hasta el veroño

Menos mal que ha llegado un poco de cordura al tiempo. A la temperatura del termómetro. Aún así, a estas alturas de octubre los ánimos siguen incandescentes

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Menos mal que ha llegado un poco de cordura al tiempo. A la temperatura del termómetro. Aún así, a estas alturas de octubre los ánimos siguen incandescentes.

Este sofoco excita las psicopatías.

Cambio climático, berrea electoral, cotorras invasoras. Declaración trimestral de impuestos.

Es insoportable. Vivir así es morir de ardor que cantaría Camilo Sesto. Encima la amenaza de DANA y sus hermanas, poca broma con las lluvias torrenciales y las atorrancias del presidente Torra.

Vaya mes movidito que llevamos, para colmo va y se nos muere Carlos Hernández-Pezzi, se quedó sin ver el derribo del cine Astoria y de paso del resto de la ciudad. También salió corriendo para el más allá el legendario Super Paco. Descansen ambos en paz.

Multiparto de abuela: tenemos a las puertas el cambio horario, ese vaivén circadiano que a los señores mayores nos pone las ojeras y las ojerizas del revés. Seguimos empachados de calor, con el brasero ladrando a las faldas de la mesa camilla. Pendientes del televisor y, como dice mi hijo, del unboxing de Franco. 

Este octubre nos lo tenemos que mirar. Sí señor,  estoy hasta el veroño, hasta el último grano de la arena de playa y el futuro movedizo. Con ganas de que llegue el finde para echarme al monte, escapar de las turbas de patinetes eléctricos, perderme por esas sendas donde los paseantes y los ciclistas dan los buenos días, antes de que los ladrillos asalten la ronda norte. Menuda revolución.

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