Notas de un lector

De un Adonáis arcense.

“Toda la violencia”, de Abraham Guerrero Tenorio ha obtenido el codiciado premio de esta edición

Publicado: 28/12/2020 ·
13:25
· Actualizado: 28/12/2020 · 13:25
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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El pasado viernes día 18, tuve la fortuna de asistir al 74ª fallo y entrega y del Premio Adonáis en la Biblioteca Nacional. Y digo fortuna, porque las restricciones de esta amarga pandemia limitaron a apenas cuarenta personas el aforo para escritores y críticos.

Desde que en 1943 José Suárez Carreño se alzase con el primer galardón por su obra “Edad del hombre”, la colección Adonáis ha seguido difundiendo y prestigiando nuestras líricas letras. No es posible entender la poesía española del siglo XX sin atender a un catálogo tan heterogéneo como atractivo. Una nómina, al cabo, que aúna muy distintas generaciones y engrandece adía de hoy nuestra literatura.

     De los dieciséis finalistas, tres obtuvieron un accésit: el malacitano Ignacio Pérez por “Márgenes de error”, el asturiano Rodrigo Olay por “La vieja escuela” y la madrileña Marta Jiménez por “La edad ligera”.

“Toda la violencia”, de Abraham Guerrero Tenorio obtuvo, finalmente, el codiciado premio. Confieso que sentí alegría cuando Carmelo Guillén, actual director de Adonáis y uno de los seis miembros del jurado, desveló el nombre del ganador.

Conocí a Abraham (Arcos de la Frontera, 1987) en su tierra -mi tierra- en las navidades de 2015, cuando su inquietud poética empezaba a despuntar. Con humildad y simpatía me habló de su quehacer, de su pasión por el verso y poco tiempo después tuvo a bien mostrarme sus poemas.En la primavera de 2016, acogí en la revista “Piedra del Molino” su inédito “Pero no la lluvia”, que suponía prácticamente su primera publicación.

    Desde entonces, hemos seguido en contacto y hemos intercambiado impresiones, comentarios, anhelos… y he podido estar cerca, a su vez, de mucho de lo que ha ido escribiendo.

Al hilo de su primer poemario, “Los días perros”, señalé en este mismo espacio que había vertebrado unlibro valiente y de palabra sincera. Sirviéndose, con frecuencia, de un versículo de corte narrativo, su decir abrochaba la cotidiana existencia, el calendario de una juventud que va experimentando en su propia condición los afanes, los desvelos, las desdichas… que hacen crecer el corazón.

     Este pasado verano, tuve oportunidad de leer “Toda la violencia”. Y me sorprendió el salto que había experimentado en este tiempo. Su decir había hallado un espacio propio, maduro, una senda veraz, fiable. Además, había una musicalidad renovada, un cántico que apostaba por hacer visible el desencanto, la reivindicación de una juventud que ni lo ha tenido -ni lo tiene- nada fácil. Pero quizá su virtud mejor radicaba en equilibrar ese desasosiego con una voz emotiva, con un yo que era también signo de un tiempo y de una tradición líricas. Algo, que ya él apuntaba en su primer libro, en ese proceso de búsqueda que no era sinoejemplo de la batalla que libraba el poetaarcenseen su afán de reencontrarse con su propio origen.

Habrá que esperar hasta la primavera para que todos los lectores puedan disfrutar de esta “violencia” que también es ternura, que también es rabia, dolor, mañana y esperanza.

Entre tanto, Arcos de la Frontera está de enhorabuena con el nombre y el hacer de un escritor de palabra honesta y verbo solidario que sabe que “escribir es mirar el derrumbe de la mentira/ fijamente a los ojos, /y tirar de las sábanas y frágil apretarlas /contra mi cuerpo,/tal vez en busca/de algo que me proteja”.

 

 

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