Notas de un lector

En un cielo estrellado

Con más de un centenar de libros editados, José Kozer da ahora a la luz “Imago Mundi”. El escritor habanero ha pergeñado una obra lírica abundante

Publicado: 22/06/2020 ·
11:46
· Actualizado: 22/06/2020 · 11:46
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Con más de un centenar de libros editados, José Kozer da ahora a la luz “Imago Mundi” (Fundación Jorge Guillén. Valladolid, 2020). Este cubano de 1940, emigró con apenas veinte años a Estados Unidos. Durante tres décadas fue profesor de literatura hispana en el Queens College de Nueva York. A un lado su larga carrera docente, el escritor habanero ha pergeñado una obra lírica abundante, enmarcada en una línea de singular coherencia.

Meses atrás, confesaba en una entrevista: “Un país que pierde la poesía, pierde todo, su capacidad para el misterio, para la extrañeza ante lo nuevo que todos debemos sentir, para entender lo sibilino. Un país que no lee su poesía está muerto”. Y, convencido de ese enigma y de esa personal intimidad que debe guardar y aventar la lírica, su verso discurre torrencial y bien armado.

    En este “Imago Mundi”, José Kozer da cuenta de la imagen que revela su universal mirada. Cercano a una identidad que diferencia las verdades de hecho y las verdades de razón, en sus poemas se adivina una primacía de la esencia, una individuación que regulariza los arquetipos surgidos en su mente: “… me desperezo,/ sostengo que me/ encontraba en otra/ casa, una ciudad por/ explorar, otro país,/ gente gárrula, servicial,/ al menos saludan,/ barbados ellos, ellas/ con vestidos floreados,/ piernas macizas,/ pantorrillas sólidas:/ y yo con ochenta años”.

     Los materiales dinámicos sobre los que el yo sustantiva su decir se impregnan del continuo roce con el vivir y toman conciencia de todo aquello que puede llegar a cuestionar las aristas de cuanto acontece. Nada resulta predecible, nada tiene que ver con los intervalos que despliegan la trayectoria unívoca de las conciencias, porque desde el ulular de los sentidos, la melodía de este cántico desobedece cualquier simetría conceptual: “Ya pasaron: aquellos días de verdadera agitación./ Hay una gotera en el cuarto de la niña, dejó de/ rezumar (pese a que llueve)/ (llueve) está ahí la gotera,/ no rezuma, el Bendito (…) Todo tiene su dificultad pese a que el duelo con pan,/ mejor se sobrelleva;/ qué extraña carne/ somos (carne cuaresma/ de carnestolendas/ conocedora carne de/ continuidad)”.

     Desde la autonomía de su escritura se percibe, a su vez, la lógica independencia de su entendimiento, pues la conexiones existentes en la realidad intemporal que lo circundan activan el origen de lo expuesto. Y así, desde la preocupación por los desvaríos de la conducta humana, por la variada naturaleza que vincula las pasiones y por la antropología que fermenta la libertad, el vate cubano caracteriza su personal propuesta.

    Al cabo, un volumen sustentado en la conexión necesaria de la causalidad, la cual justifica la intuición humana como camino más certero para hallar respuesta a los interrogantes cognitivos, a las preguntas primigenias: “Pretendo una pobreza y me vuelvo irreal (…) Se apaga el fuego,/ quedan unas ascuas/ brillando a medias en/ un cielo estrellado, en/ una noche excesiva (…) Alzo/ la cara, veo lo que no/ alcanzo, descalzo, visto/ un pantalón ajado, el/ noble azul desteñido”.

 

 

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