Notas de un lector

Mario Quintana, verso y corazón

Esta amplia compilación de Mario Quintana, en edición bilingüe, ha estado a cargo de Enrique García-Máiquez

Publicado: 18/02/2019 ·
10:46
· Actualizado: 18/02/2019 · 10:46
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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     Conocí la lírica de Mario Quintana en la antología que José Javier Villareal publicase en 2012 bajo el título de “La poesía del siglo XX en Brasil”. En aquella compilación, se daba cuenta de veinticuatro autores, entre los que recuerdo con especial afecto el decir de Quintana (Alegrete, 1906 – Porto Alegre, 1994). Su verso, digo, ya me pareció entonces bañado por una serena melancolía, entrañado en las raíces del país que lo vio nacer  y envuelto en una desusada honestidad literaria.

Y recuerdo ahora el sentir del vate brasileño tras la lectura de la antología “Intenta olvidarme” (Rialp. Adonáis. Madrid, 2018). Esta amplia compilación de Mario Quintana, en edición bilingüe, ha estado a cargo de Enrique García-Máiquez, quien ha vertido al castellano con pericia y lirismo estas sugestivas versiones.

    En su prefacio, el propio antólogo aborda algunas de las claves vitales y poéticas de Mario Quintana, quien dio a la luz una  amplia tarea periodística, creadora y traductora -Marcel Proust, Joseph Conrad, Virginia Woolf, Guy de Maupassant, Graham Greene, Honoré de Balzac, Prosper Merimée, etc-.

“Tras la calles de las veletas” (1940) fue su primer poemario, y en él “ya escribe una poesía muy metapoética, arraigada en una circunstancia más inmediata (su calle, su cuarto, sus amigos, su ángel de la guarda…) donde el poeta aparece como un tierno inadaptado, incapaz de compromiso político, y vivamente interesado en la muerte. Hay una voz propia y un mundo reconocible que no perderá nunca”.

De todo esto -y más- que apunta en su prólogo García-Máiquez, hay muy variados ejemplos en este florilegio donde resuenan los ecos de un autor de mensaje directo, autobiográfico en muchas ocasiones y en cuyo confesional discurso desvela los secretos de sus anhelos: “No escribo versos, yo me los arranco/ retorciendo mis huesos doloridos/. La entrada es gratis para conocidos;/ para amadas reservo el primer banco./ Me contorsiono, como cojitranco,/ caigo en los verdes plintos extendidos…/ Mirad mi corazón que, entre gemidos,/ hago surgir como un conejo blanco”.

Coetáneo de nombres tan destacados como Joao Cabral do Melo Neto, Ferreira Gullar, Carlos Drummond de Andrade, Rachel de Queiroz…, Mario Quintana vivió como ellos la realidad de un país que hunde sus raíces en las bondades tropicales, y cuya afabilidad y empatía es inherente en su especificidad. Pero sin dejarse llevar por la celebración de cualquier estereotipo, su poesía está sostenidapor una irremediable originalidad, por una música plena de atractivos,por una desdoblada ironía: “En la maleta que ni el ángel de la guarda/ ni el comisario del distrito/ ni yo mismo consigo hallar,/ está mi imagen única, cerrada con llave/ y la llave ha caído/ en el fondo del mar./ De nada servirán los buzos ni/ los hombres rana ni/ la sirena que quiero/ ni los necesarios hipocampos…/ No servirán de nada. No hay vestigios/ de mí”.

Reúne esta antología muestras de trece poemarios del escritor brasileño, desde el citado “La calle de las veletas” hasta “Velatorio sin difunto” (1990), pasando por “Canciones” (1946), “Zapato florecido” (1948), “El aprendiz de hechicero” (1950), “Espejo mágico” (1951), “Apuntes de historia sobrenatural” (1976), “La vaca y el hipogrifo” (1977), “Escondrijos de tiempo” (1980), “Baúl de asombros” (1986), “La pereza como método de trabajo” (1987), “Preparativos de viaje” (1987) y “El color de lo invisible” (1989).

    Un volumen, al cabo, cargado de expresiva verdad y arropado por una dicción determinante y salvadora, como el “frescor agradecido de las hierbas mojadas”.

 

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