Bajo el título de “El sueño intacto” (Ars Poética. Oviedo. 2017), se recoge una abarcadora antología de la obra de Vanesa Pérez-Sauquillo. Desde que en 2001 viera la luz “Estrellas por la alfombra”, la escritora madrileña ha ido signando su decir con un delicado fulgor lirico, con una sucesiva calidez que empapa de verdad el alma lectora. Ahora, en esta compilación, reúne su dieciséis años al pie del verso. Tras aquel citado bautismo, editaría “Vocación de rabia” (2002), “Bajo la lluvia equivocada” (2006), “Invención de gato” (2006), “Climax Road” (2012), “La isla que prefieren los pájaros” (2014) y “El dado azul” (2017). Y de todos ellos, junto a textos recogidos en antología o bien inéditos, da cuenta este florilegio.
Al par de su lectura, los versos de Pérez Sauquillo siguen despertando una azulada melancolía, un cromático sentir que va desnudando el infalible conjuro del yo poético. Su verbo ha ido tornándose más depurado, más conceptual si cabe, si bien sus paisajes, sus referentes, sus protagonistas…, continúan siendo los incesantes latidos que penetran en el ayer y en el mañana: “Temprano,/ como un estirar de brazos,/ volveré a mi parque./ Veré pasar la luz y los caballos/ sintiendo que son míos,/ que el tiempo es un engaño./ Velaré la mentira desnuda/ de su invierno/ y allí me quedaré/ hasta que el sol se ponga,/ aleteando,/ prometido a las huellas de mis manos”. Estos poemas giran la llave de la vida y sitúan su discurso muy cerca del memorial de las estaciones, de los desvelos que circundan el discurrir de los días, de las sombras y anhelos que que lindan con la existencia. Su palabra busca la relevación con la cual articular un relato propio, una llama solidaria. Y volver, al cabo, hasta el origen. donde prendersedel diario acontecer y, poder así, desobedecer al adiós definitivo: “Deja así el corazón. No dejes que se mueva./ No dejes que la luz/ me descubra en un gesto/ y un papel arrugado. No dejes/ que me pierda donde ya no hay poder/ para girar la llave de hojalata/ que rige tanto brillo como sombra/ en tan sólo una víscera”.
En su prefacio, Víctor Herrero de Miguel anota que la poesía de Pérez-Sauquillo “está atravesada por el hilo de oro de la vida. Ese es el tema de sus versos: el misterio de alentar, la fascinación por estar vivos”. Y buena parte de ese hálito surge desde el amor, que le permite cifrar su mirada y pluralizar la percepción de la realidad, el obligdo inventario de lo absoluto y de lo perdurable, de lo inextinguible y de lo ficticio: “Tu claridad,/ la perfección del aire en una sábana./ Suave papel mojado,/ ha entrado la mañana hasta la piel./ Lo que nos guarda/ brilla como una espada entre tú y yo./ En el espacio limpio donde duermes/ hay animales blancos”. En suma, una antología atravesada por la hondura de un verso sutil, maleable, entrañado en la conciencia de la pureza y que se ofrece vívido y unánime: “En campos de silencio/ la estrellas que caen/ siempre germinan./ Todo nos reconoce./ Todo inclina su gesto generoso/ hacia donde la vida/ nos cubre y nos concreta”