El pasado año, Luis Pastor (Berzocana, Cáceres, 1952) editaba su primer poemario, “De un tiempo de cerezas”: ochenta poemas en que el cantautor cacereño daba cuenta de su infancia,del compromiso que siempre ha acompañado su creación, de las dichas y tristuras que han marcado su acontecer, así como de un emotivo homenaje a artistas, amigas y amigos -Pablo Guerrero, María del Mar Bonet, María Pagés, Enrique Morente, Imanol…- que han estado a su lado y de su lado tantas décadas.
Ahora, Pastor vuelve a la
carga y a la lírica y da a la luz “¿Qué fue de los cantautores? Memorias en verso” (
Capitán Swing/Nórdica, 2017), un libro que le ha servido para reconstruir a modo de radiografía sociológica su ayer, su nostalgia, su aprendizaje, su libertad…, o lo que es lo mismo, la partitura vital con la ha forjado un destino humanista y reivindicativo.
Son cuatrocientas veintiséis estrofas asentadas sobre un verso octosílabo y una cadencia narrativa que ayuda a seguir con fluidez el relato de una existencia compleja, sufrida, pero, al cabo, llena de orgullo por haber alcanzado aquella realidad que antaño no fuera sino ensueño.
“Vengo cantando en el tiempo/ desde que tengo memoria,/ igual triste que contento/ a lo largo de la historia,/ con el alma en la garganta/ como canta el ruiseñor,/ o la flauta del pastor/ de aquella mi Extremadura/ de ese niño que era yo,/ monaguillo de dos curas,/ que tocaba las campanas/ y también el esquilón (…) Hablamos del siglo XX/ y de los años cincuenta,/ de aquella mi Extremadura,/ la Sierra de las Villuercas,/ tan verde, tan gris y oscura,/ tan feliz y tan cruenta”.
Con estos versos inicia, pues, Luis Pastorsu personal aventura, la cual retrata como emoción y honestidad a lo largo de estas páginas. Valores tan trascendentes como la solidaridad, el altruismo, la fidelidad…, se aúnan de manera fraterna y se conjugan con las múltiples vicisitudes que hanacompañado su discurrir.
Una familia numerosa, la dureza del campo, el traslado a Madrid, la llegada al barrio de Vallecas, la primera guitarra, el primer disco, los rigores de la dictadura, la cultura clandestina (Moustaky, Jean Ferrat, Louis Aragon, Boris Vian, George Brassens, Leo Ferré), la lucha obrera, los devaneos amorosos, los primeros atisbos de democracia (“La música popular,/ la que cantaba la vida,/ la canción comprometida/, sonaba en todos los frentes”), el bautismo discográfico, los viajes al extranjero, los primeros conciertos, contratos y éxitos, los ecos en prensa, radio y televisión… protagonizan, en suma, sus
memorias en verso y alma.
Este trovador sigue convencido de que su mejor triunfo ha sido el de haber podido convertir sus emociones en palabras, el de haber encontrado en la canción la manera precisa de hacer de su mensaje esperanza, protesta ycómplice unión. Y, sin duda, lo ha conseguido: “Éramos tan libertarios,/ casi revolucionarios,/ ingenuos como valientes,/ barbilampiños sonrientes,/ lo mejor de cada casa./ Oveja negra que pasa/ de seguir la tradición/ balando a contracorriente,/ de la isla al continente./ `Era la nueva canción´./ Éramos buena gente,/ paletos inteligentes,/ barbudos estrafalarios,/ obreros, chicos de barrio,/ progres, universitarios,/ soñando en una canción,/ y viviendo la utopía,/ convencidos un día/ vendría la revolución”.