G.K Chesterton dejó anotado tiempo atrás que “la vida es una lucha, y no una conversación”. Y desde esa personal óptica, afrontó buena parte de su obra literaria. En su búsqueda de la verdad, de la luz, encontró también un inevitable espacio de sombras. Ahora, tras la lectura de “Insectos” (papelesmínimos. Madrid, 2017) de Lara López, he recordado la máxima del autor británico.
Esta gaditana del 67, especialista musical y dj, dirige en la actualidad en RNE el programa “He venido aquí a hablar de lo mío” y, en Radio 3, “Músicas posibles”.
Trece años después dela publicación de su primera novela, “Óxido”, ve la luz este poemario valiente, ácido, de esperas y silencios, de ángeles y demonios, de huidas y regresos, donde el yo líricosintetiza verso a versola historia de su ayer y su esperanza.
Dividido en cuatro apartados, “Blatodeos”, “Anisópteros, “Isópteros” y “Lampíridos” -o lo que es lo mismo, “Cucarachas”, “Libélulas”, “Termitas” y “Luciernagas”- el volumenaborda desde la humanatemporalidad esa lucha vital que advirtiera Chesterton, la manera en que la conciencia batalla frente al conocimiento y a la esencia del corazón.
Lara López convierte al lector en partícipe de su aprendizaje, de sus reminiscencias, de sus anhelos. Y lo hace mediante un verbo directo, sin ambages, que une la contemplación y la materia:
“Una tras otras van apareciendo/ las voces del pasado/ en el contestador./ Encontré la cinta por casualidad./ Hay otras llamadas (…) (…) Hola, soy yo./ Volveré a llamar,/ ¿vale? Pitido./ Tiempos raros./ Difíciles./ De los que te podría hablar,/ si llamaras de nuevo”.
Los poemas se van sucediendo frente a escenarios domésticos, de infancia, de ausencia, de desencuentros, de abusos, de ensueños, de silencios…, y en su mayor parte circundan una ebriedad telúrica. La lumbre que a veces sostuvo la dicha aparece ahora marchitada, confusa, y el único canto posible pareciera proceder de una frontera que no se quiere cruzar de nuevo: “Para mis nostalgias no necesito facebook,/ aún tengo memoria./ Preferiría que fuera domingo por la tarde./ Un domingo provinciano, verde a lo Patinir./ Murmuro una canción de Mercedes Sosa/ como si me clavaran diez mil alfileres./ Demasiados molinos/ para quien sólo sabe de gigantes”.
La simbología de los insectosque habitan estas páginas remite a los temores, a los deseos, a la memoria, pero sobre todo a la dicotomía amor/desamor, verdadero motor, al cabo, de los impulsos humanos.La alianza que Lara López procura junto a sus versos resulta un estímulo liberador, una forma de redimirse de cuanto fue tristura y ahora quiere ser desolvido.
Poesía, pues, plena de veracidad, con una aspiración participativa sobre realidades concretas, candentes, y que revela a través de su expresividad verbal la intensidad de lo vivido: “Dejo atrás las gaviotas/ justoen donde empiezan/los locales vacíos./ Escaparates de un mundo que se derrumba./ No alcancé a enseñarte estos lugares (…)Miro a mi alrededor./ Mal día para comer a solas/ en una provincia/ en la que tú ya no estás./ Rescoldos de las vidas/ que nunca tuvimos”.
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