Literatura como terapia

Publicado: 20/11/2017
Este relato nació con la intención de poner en orden el desequilibrio físico y emocional que comportó el que a la autora asturiana le diagnosticaran un cáncer
Durante su carrera artística, Jimi Hendrix confesó que su meta era hacer una música tan perfecta que fuera capaz de curar cualquier enfermedad. El compositor estadounidense no ha sido el único que ha tratado de convertir la creación en remedio para aliviar cualquier padecimiento o turbación.
Autores tan diversos como Ovidio, Voltaire, Oscar Wilde, Alexander Pushkin, Paul Valéry, Rainer Maria Rilke, Silvia Plath, José Donoso…, dejaron escrita muy sugerente literatura que les sirvió, además, como sanadora terapia individual.

     La reciente edición de “El desconcierto” (:Rata_ Books. 2017) de Begoña Huertas (1965), me ha devuelto a la memoria los nombres citados. 
Este singular relato nació con la intención de poner en orden el desequilibrio físico y emocional que comportó el que a la autora asturiana le diagnosticaran un cáncer de colon.
“Para mí este es un texto inesperado, que no contaba escribir Espero que sea un texto que comunique, que llegue, que contacte (…) Le veo tantas caras a este libro, tantas lecturas diferentes… que creo que cada lector encontrará la suya (la que mejor cuadre con su momento vital)”.

Y, en verdad, el lector se verá sorprendido por una historia que combina hábilmente lo que esta temible enfermedad ha supuesto para muchos escritores y la manera enque Begoña Huertas fue superando tan compleja e íntima experiencia.

Si bien el proceso de ordenación y redacción de este volumen duró aproximadamente un año, las anotaciones, lecturas, fichas… que la novelista fue almacenando superó con creces ese tiempo.
No fue fácil la tarea de remover aquellos materiales que habían ido surgiendo al hilo del dolor, pero Begoña Huertas ha sabido -y ha querido-, objetivizar los hechos para no caer en la tentación de trazar un mero retrato autobiográfico.

     Resultan llamativos los planos tan diferentes desde los que la autora narra su afección como hija y como madre. En ambos casos,puede apreciarse como esas dos esferas terminan siendo complementarias a la hora de vencer el padecimiento.

     Al par de su vivencia, la autoradenunciacomo en estos tiempos se sigue pretendiendo ocultar lo natural; es decir, el paso del tiempo, el llamar a las enfermedades por su nombre, el hablar de cáncer como lo que es, una dolencia que acarea sufrimiento, miedo y desconcierto.

“Al enfermo de cáncerse le cuida, pero a veces a cambio del deber de la lucha y la exigencia del optimismo”, escribe Begoña Huertas. Ese batallar, ese buen ánimo tan difícil de alcanzar a veces, se convirtió en resistencia, en un duelo constante para no rendirse.

Y, a su vez, derivó en este viaje literario por el alma y por la mente humanas, por la realidad, al cabo, más descarnada y hermosa que es la vida.

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