Notas de un lector

El lírico realismo de Ko Un

En España -y ciñéndonos al ámbito de la poesía- la recepción de los textos coreanos ha sido tardía

La literatura coreana cuenta con una enorme riqueza que atesoran cuatro mil años de historia. Las duras vicisitudes políticas, sociales y económicas por las que ha atravesado -múltiples invasiones japonesas, la última de 1910 a 1945, durante la cual incluso se prohibió el uso de la lengua coreana, al par de la poderosa influencia que sobre ella ha ejercido China-, han tenido oculto buena parte de su acervo cultural hasta bien entrado el siglo XIX.

El ya citado año de 1910 -aun pareciendo contradictorio- se considera clave para la incorporación de la lírica coreana a la modernidad. La renovación de sus formas tradicionales pasó por el abandono de sus metros y la experimentación con el verso libre, además de que se dejó ganar por los ismos que sacudieron los pilares literarios de principios del XX. Valga citar la figura de YiSang (1910-1937) como pieza primordial de estas nuevas propuestas.

En España -y ciñéndonos al ámbito de la poesía- la recepción de los textos coreanos ha sido tardía. La antología “Poesía coreana” (Ávila, La Muralla, 1967), preparada por Kim Hyun Chang o la seleccionada por Yong Tae Min, “Poesía coreana actual” (Rialp. Adonais, Madrid, 1983), supusieron un primer y valioso acercamiento. La editorial Verbum ha editado desde 1997 hasta hoy una veintena de títulos de autores coreanos y, poco a poco, la recepción de sus letras en nuestro país va adquiriendo protagonismo.
A este loable empeño, se suma ahora el sello ourensanoLinteo, que da a la luz “Flores de un momento”,de Ko Un.
Si bien es sabida la división actual del país, Ko Un (1933)es el “Poeta Nacional” de Corea. Desde hace años, su nombre suena en las quinielas previas a la concesión del premio Nobel, pero la Academia sueca aún no ha tenido a bien reconocer sus enormes méritos literarios.

     A la esforzada y sobresaliente traducción al castellano de SungChui Su, se une un revelador prólogo de Antonio Colinas, quien además de relatar su entrañable amistad con el vate coreano, refiere algunas de sus claves poéticas: “Ko Un es un poeta que ha sabido fundir de manera magistral el pensamiento con la emoción, el realismo con el lirismo, de tal manera, que el resultado final, su testimonio, siempre es el de un sabio; o de lo que nunca se reconoce en Oriente a la ligera: un Maestro”. Y al hilo de los 185 textos que aquí y ahora se recogen, añade: “Los poemas breves se expanden en su contenido y significación. Breves en apariencia, resultan largos en su mensaje”.
Y, en efecto, a lo largo del volumen se puede disfrutar de un decir que penetra verso a verso en el alma lectora. La delicadeza de su cántico deviene en imágenes llenas de plasticidad, en delicadas metáforas, en intuitivas reflexiones, en solidarias estampas que conjugan sabiamente con un personalísimo entorno: “Tiene que haber más energía para amar/ que para odiar./ En este mundo/ y en el otro mundo/ hay una mañana, una tarde, una noche que merecen ser vividas./ Enciendo una lámpara en soledad”.

Un poemario, pues, tan vigoroso como perdurable, y que complementa al ya editado en 2005 por esta misma editorial, “Fuente en llamas”, y en el cual, como ahora, Ko Un daba cuenta de su humanismo y de humildad, de su pureza y de su sencillez, de su consumación y de su memoria.

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