La musa a la deriva

Publicado: 13/03/2017
La mayoría de temas que va tratando González Moreno tiene en común su incontestable vigencia y repercusión.
Con “La musa a la deriva”, obtuvo Pedro A. González Moreno (Calzada de Calatrava, 1960) el premio “Fray Luis de León” de ensayo.

El escritor manchego lleva más de tres décadas inmerso en esta compleja república de las letras. Y mucho sabe de las escarpadas sendas, de los enrevesados intereses, de las distintas trampas y las limitadas dichas que conlleva ser escritor en nuestro país. -Hace tiempo que su actividad abarca géneros tan distintos como la poesía, la novela, el ensayo, la critica…-
De ahí que, valiéndome del símil futbolístico, su  análisis sea el de un árbitro que ha sido -y es- jugador; es decir, que conoce al dedillo las  intrigas, los obstáculos, las zancadillas…. que operan dentro y fuera del terreno de juego literario.
Y al hilo de estas casi trescientas páginas, ese conocimiento se convierte en virtud, pues la íntima conciencia de su discurso parte de una radical honestidad a la hora de valorar y estudiar la materia tratada.

     El libro -editado por la Junta de Castilla y León- aparece dividido en tres apartados: “La musa frente al abismo de la poesía última: entre continuidad y ruptura”, “Secuelas de la posmodernidad: la musa en la frontera de los géneros” y “Luces y sombras de la lírica”. Cada uno de ellos, incluye diversos capítulos que conforman un conjunto tan variado como enriquecedor.

La mayoría de temas que va tratando González Moreno tiene en común su incontestable vigencia y repercusión. Sus observaciones se detienen en aspectos tales como la guerra de las antologías, el desarrollo e impacto de la lírica femenina, las nuevas voces emergentes, las líricas autonómicas, el reverso del mundo de la crítica, la importancia de las nuevas tecnologías, las controversias de los premios literarios…
La agilidad de su prosa incide en la facilidad con la que va sucediéndose cada sección y adelgaza esa incómoda aridez que comportan otros enmarañados y teóricos ensayos.

    Haber hollado en primera persona -dicho queda- los  territorios de la literatura,le permite situarse en un plano prácticodesde donde exponer sus tesis con rigor y sinceridad. La misma de la que se vale para referirse, p.ej., a algunos blogeros que “cuelgan infatigablemente sus obras en esos nichos de la comunicación que son las páginas digitales (…) donde se almacena mucha mediocridad y mucho material prescindible”; y para valorar los cánones de las nuevas promociones poéticas, convertidos, al cabo, en “una construcción ficticia, a veces arbitraria y, por naturaleza, inestable”.

Hay espacio también para los nuevos enemigos del libro de este siglo XXI: “la televisión, el ordenador y los propios editores (…) quienes lidian en desigual batalla desde la arena de  unos contratos leoninos y depredadores”. Y queda lugarpara los “pícaros y fulleros del parnaso”, esos impostores que intentan engañar a los jurados y que “renuncian a ese protocolo de cortar y pegar, y se atreven a concursar incluso sin introducir siquiera variaciones (…) Son buhoneros del verso, rufianes de pluma estrecha yrascarimas de barraca, que han hecho de la impostura un hábito y de la estafa un oficio, porque han visto en los certámenes un modo de hacer dinero rápido y fácil”.

   Al cabo, un excelente ensayo, dador de una certera y pormenorizada realidad, que cuenta, además, con un loable trabajo recopilatorio y bibliográfico.Y con un ulterior mensaje de esperanza: “Mientras siga ardiendo la voz de los poetas, sabremos que habrá un poco más de luz y de calor en el invierno del mundo”.

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