La caricia de una mirada

Publicado: 08/02/2016
Milagros Salvador, con “Olvidaron sus nombres en San Telmo” (Prosa Amerian Editores. Uruguay), añade un nuevo poemario a su ya larga lista de títulos.
El barrio de San Telmo es una de las zonas más singulares y mejor conservadas que el paseante puede encontrarse en Buenos Aires. Los caserones coloniales que adornan sus calles son un sugerente atractivo, al que se unen, los distintos museos, tiendas y ferias de antigüedades, además de la variedad y multitud de artistas callejeros, danzarines, tirititeros, musicantes…, que pueblan este reducido y característico espacio bonaerense.

     Hasta allí y desde allí, van y vienen los nuevos versos de Milagros Salvador, que con “Olvidaron sus nombres en San Telmo” (Prosa Amerian Editores. Uruguay), añade un nuevo poemario a su ya larga lista de títulos.
“Inspirada en viejas fotografías, que compró en la tradicional feria de ese barrio, Milagros ha ido edificando un asombroso mundo verosímil donde las expresivas protagonistas cobran vida y adquieren una existencia insustituible más allá de la realidad que las rodeó. Cada fotografía, en añejo sepia, tiene su correspondiente dedicatoria que alimenta un poema”, anota Roberto Alifano en su prefacio.
Y, en efecto, al par de las distintas y bellas instantáneas que la autora madrileña ha ido comprando y coleccionando en sus distintos viajes al país argentino, crecen y se despliegan estos textos, que son, a su vez, remembranza y emoción, nostalgia y ternura.

     “San Telmo es la memoria y el olvido,/ el poso resignado de algunos triunfadores,/ y también de fracasos,/ son residuos de Historia anónimos y ardientes,/ rosarios y reliquias entre rezos de ayer”, escribe Milagros Salvador como pórtico del volumen.
Mediante un discurso, pues, sensitivo y sensual, su voz acerca al lector vivencias y sentimientos contrapuestos que revelan los que pudieran sersecretos de unas vidas tan verdaderas como enigmáticas, tan vívidas como imaginadas.
Cuanto aquí se canta y cuentaviene anudado al amor con el que el sujeto poético se acerca hasta esa multiplicidad de mujeres que dejaron en la fugacidad de sus fotografías huellas y marcas de su paso: “Sin nombre (…), con la mirada humilde colgada en los ayeres/ que el tiempo ha detenido,/ así llegan una a una hasta nosotros,/ en viejas cartulinas/ con sus jóvenes cuerpos/ volcados de esperanza a través de la piel,/ y nos reclaman en silencio, en su silencio (…) y esperan la caricia de una mirada nuestra”.

     Con ojos de poeta, con ojos emotivos y luminosos, ha retratado, sí, Milagros Salvador, estos jirones del pasado, en los que puede hallarse la imagen triste de una viuda, la radiante felicidad de una prometida a punto de casarse, el rostro serio de una buena maestra, la dulzura que ilumina a una futura madre, la almadapulsión que esconde la dama que escribe unas letras a su marido marinero: “¿Te llegará mi carta y mi retrato?/ ¿Te buscará de puerto en puerto (…) Tengo celos del mar, tan poderoso,/ cuarenta días y cuarenta noches,/ una a una las cuento, como cuando era novia/ y lo mismo que entonces, yo te espero”.

     El poemario, en suma, es una bella invitación a mirar más allá de lo que está dentro de uno mismo, a extender la contemplación allende nuestra propia residencia en la tierra, y ser partícipes, a la par, de la feraz mudanza del tiempo, de lo leve y lo grave de la vida.

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