“El enigma de Santa Teresa es cómo pudo hacer tanto en tan poco tiempo”. La frase es de Jesús Sánchez Adalid, que acaba de publicar un libro sobre la santa avilesina, titulado: “Y de repente, Teresa”; un título que nos hace reflexionar, porque ¿en verdad Teresa aparece de repente? Me vale su frase, pero, con relación a su título, me quedo con el de Ramón García Domínguez, que es el que me ocupa: “Para siempre (Cuaderno secreto de la niña Teresa de Jesús)”, recién editado por Anaya e ilustrado por Albert Asensio.
Con fecha redonda o sin ella (el 28 de este mes se cumple el quinto centenario de su nacimiento, ocurrido en 1515), esta mujer excepcional, torbellino andariego, lumbre ferviente y creadora, ha estado siempre en pie y presente entre nosotros, ejemplar en su vivo magisterio. Ramón García Domínguez, que conoce el alma infantil, porque es autor de libros destinados a pequeños lectores, parte del fingido hallazgo de un cuaderno donde Teresa niña fue escribiendo “todas las cosas que le pasaban y todo cuanto a ella se le ocurría… Un diario íntimo”.
Iniciado el día de su décimo cumpleaños (28.3.1525),se prolonga hasta los catorce. Naturalmente, el autor se apoya en datos verídicos, tomados sobre todo, de su “Vida” e imagina los demás, con respetuoso atrevimiento. El resultado es un libro grato que propicia el acercamiento de la figura y la obra de la santa “a los niños y niñas que escriben su cuaderno diario o secreto”. Y a quienes no lo escriben.
No cabe duda de que el quinto centenario del nacimiento de Teresa de Cepeda y Ahumada constituye un acontecimiento literario (también religioso) digno de celebración. Pero hay otro que tiene asimismo su relevancia: el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, obra cumbre de Miguel de Cervantes, cuya repercusión e influencia en el ámbito de las letras españolas ( y aun universales) son de todo punto conocidas. Pues bien, el mismo autor de la obra más arriba reseñada, Ramón García Domínguez -catalán del 43, asentado en Castilla-, ha preparado para idéntico sello -Anaya-, dos libros dirigidos también a los pequeños lectores, que tratan de familiarizarlos con la novela cervantina, para que en un futuro inmediato puedan abordarla sin ese recelo que en muchos provocan su extensión y su lenguaje, propio -como el teresiano- del siglo XVI. Sus títulos: “Mi primer Quijote” y “Aventuras de Don Quijote de la Mancha”.
Si el libro anterior, “Para siempre”, iba destinado a lectores a partir de doce años, estos “quijostescos” los buscan de menor edad: el primero, a partir de cinco años; el segundo, de ocho a doce.
La editorial lo ha tenido en cuenta, y ha elegido en este caso formato y colección diferentes, así como otro ilustrador, Emilio Urberuaga. Del mismo modo, la prosa de García Domínguez se ha adecuado a aquellos a los que pretender atraer, y para los que anota la siguiente dedicatoria: “A los niños y niñas que hoy empezáis a leer El Quijote, deseando que ya nunca dejéis de leerlo. Nunca”.
Ojalá que su empeño y el de los editores dé el fruto preciso, y Teresa y Miguel se conviertan muy pronto en fieles compañeros de su andadura.