Nacido en la palentina Villaviudas, en 1940, Joaquín Galán publicó su primer poemario en 1966, “Vocación de mar”. Seis títulos más ha sumado desde entonces, alos que une ahora “Los puentes del Wheat City” (Cálamo. Palencia, 2014).
Estos puentes, sostenidos a través de un decir cargado de lirismo, conforman un universo desde donde el autor pretende acercar hasta el lector su voz y su ulterior mensaje: “Entre el ayer y el hoy, se dice,/ tienden un puente las palabras”. Y, precisamente, entre lo que se fue y lo que resta por llegar, se mueven estos versos que no esquivan una consistente simbología.
“Tú que llegas a Wheat City recuerda que uno solo es el río en la ciudad insomne”, anota Joaquín Galán en el albor del volumen. Y ese río que fluye sin pausa, contrasta con el estatismo de las grandes pasarelas que unen lugares y voluntades. A través de ellas, el autor palentino reivindica esa íntima región que ha sido y es su terruño, su infancia y su mañana, pero que ha disfrazado aquí y ahora de territorio renovado y contemporáneo. Una metáfora, si cabe, de los estragos y extravíos que puede llegar a comportar la ciudad moderna -como lo fuera aquella “Ciudad del hombre” de José María Fonollosa- y que a veces deriva en un inevitable anonimato.
Un libro, que retrata los caminos que una vez fueron promesas… y ahora son maduradas victorias, involuntarias renuncias: “Si incierto el porvenir, mayor el ímpetu/ en seguir adelante,/ aunque despellejado acabe el ánimo”.
Tras la publicación de “Las invasiones” y “Hasta mañana” (2008) -galardonados con el Premio de Poesía Joven “Radio 3” y “Emilio Prados” respectivamente-, Juan Manuel Romero (1974) da a la luz “Desaparecer” (Pre-Textos. Valencia, 2014).
En esta ocasión, el poeta sevillano ha pergeñado un libro en el que sobresale una honda meditación sobre el sentido de la vida y en el que el yo lírico busca esos retazos de identidad que todo ser humano aspira a descifrar.
“Tengo más vida ahora/ de la que soy capaz de resistir”, escribe Juan Manuel Romero en el poema que le sirve de pórtico. Y desde tal premisa, se articula el resto de textos aquí reunidos, en los cuales respiran de manera común la celebración y el lamento, la dicha y la derrota, la lumbre y la oscuridad; juegos de contrarios, al cabo, que conforman una autobiografía del alma: “No creer en mí mismo es otra forma/ de seguir adelante:/ emborrona el paisaje el viento ahora,/ es suficiente un roce/ y yo también empiezo a desaparecer”.
El aire de vital incertidumbre que sobrevuela estas páginas, deviene en una hilera de interrogantes a los que el vate hispalense se enfrenta de manera directa: “¿De qué sirve la vida?”; “¿Dan alivio las páginas que arden?”; “¿Qué ofreceré para que el mundo exista?”; ¿Sabremos retener algo para nosotros?”; preguntas que van sumando silencios y que se enfrentan a un futuro para el cual la acordanza no parece servir como bálsamo: “A veces, la memoria, igual que un dique,/ te protege,/ pero también te impide ver”.
Poemario, en suma, de límpida factura, abrochado por una realista y contenida emoción.