Tras la aparición de “Alfabeto”, de la danesa IngerChristensen -volumen que inauguraba su reciente colección de poesía-, la editorial Sexto Piso da a la luz , “El color del tiempo”, que reúne la obra poética completa de Clarisse Nicoïdski (Lyon, 1936 – París, 1998).
Con tan solo dos poemarios, “Los ojos Las manos La boca” (1978) y “Caminos de palabras” (1980), la poetisa francesa diseñó un mapa lírico pleno de delicadeza y memoria dulciamarga.
Reconocida escritora de novelas -con la primera de ellas, “Le deséspoirtoutblanc” obtuvo en 1968 el Premio de la Academia Francesa- y activa crítica de arte, su poesía se reúne por vez primera en su totalidad. Considerada como la poeta de lengua sefardí más importante del siglo XX, su verso conserva intacto -apuntado queda- el aroma de la nostalgia herida, de la verdad desnudada, del tiempo bocarriba: “cuéntame la historia/ que camina en tus ojos/ cuando los abres por la mañana/ cuando el sol/ entra con su aguja de luz en tus sueños”.
En la introducción al volumen, se recogen unas emotivas palabras deClarisseNicoïdski, quien evoca las dificultades familiares en tiempos de guerra y las muchas lenguas que se hablaban en casa: "el italiano, el serbo croato, unas palabras en alemán, y un poquito de francés. Y se cantavanlas todas. Una linguatenian mis padres conocida de ambos el `spaniolnuestru´, y que nos venia de nuestros abuelos (…) En esta lingua se hallaban el amor de mi madre, nuestra complicidad y nuestras risas. Así me atreví a escribir estos poemas para que quede la empresa de su voz”.
El acierto de editar estos textos de forma bilingüe, devuelve la posibilidad de acercarnos hasta una lengua que, a pesar de sus extremas dificultades de supervivencia, sigue viva y latidora. Las versiones al castellano de Ernesto Kavi son precisas y reveladoras. El propio Kavi, advierte en su prefacio: “No hay aquí una traducción, sino una lengua intacta, una lengua salvada del exilio, de la desmemoria y de la destrucción”.
En su conjunto, los poemas de ClarisseNicoïdski vienen ataviados con una personal riqueza de matices, con un hondo poso de sabiduría, lo que deviene en un cántico que se empeña en afianzar los recuerdos, en respirar intensamente la vida, bebiendo de cada sorbo, de cada instante: ”tengo vidrio en la boca/ por eso se abre/ por eso/ me río/ hablo/ y cuando el vidrio se adentra aún más/ me parece oír/ un jarro roto/ tañendo/ un canto de alegría olvidada”.
La búsqueda de la esencia verbal es una constante en el decir de la autora francesa, de ahí, que su verso tienda hacia una notable síntesis. Además, el envés de su palabra ofrece una turbadora simbología que surge de la minuciosa contemplación que mana de su mirar: “se rasgaron los ojos/ para ver/ el velo colorado que nos ciega/ se rasgaron los ojos/ como tela/ que esconde la verdad”.
Oportuna y necesaria, pues, esta muestra de poesía nítida y meditativa, de poesía tensa e intensa, donde el corazón se hace lumbre, quemadura, mancha de amor: “quédate conmigo/ querido/ te daré de comer/mi hambre no se acaba con sal/ mi sed no se apaga con agua”.
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