Con la intención de reunir a muchos de los autores más importantes de la poesía ecuatoriana junto con sus grandes colegas iberoamericanos, nació la Colección “2 Alas”, creada dentro del sello “El Ángel Editor”. Es importante dejar constancia de que uno de sus principales anhelos es el de “construir un lazo cómplice que traspase fronteras y que permita que dos poéticas se den la mano”.
Desde su primer título, que unió el decir de la ecuatoriana Elsy Santillán Flor y la española Raquel Lanseros, han ido sumándose otros volúmenes, donde conviven poetas colombianos, mexicanos, bolivianos, argentinos…y de nuestro país, tal es el caso, de Olvido García Valdés o María Ángeles López.
De esta atractiva nómina, me detengo en el volumen número 4 de la colección, en el que María Aveiga del Pino y José María Muñoz Quirós, comparten su decir y su espacio poéticos.
María Aveiga del Pino (Latacunga, 1964), ha publicado hasta la fecha tres poemarios, además de un libro de cuentos. Esta antropóloga y empresaria, ofrece para la ocasión algunos de sus poemas más significativos, enmarcados bajo el epígrafe “Deseo y tierra”.
Su cántico penetra de manera sutil en los adentros y pretende atrapar a ras de sus versos el brillor de cada instante. A sabiendas de que la fugacidad del ser humano es común al inexorable fluir del tiempo, en muchos de sus poemas, Aveiga del Pino se sirve de una métrica fulgurante, que no quede oculta entre las sombras del vivir:“levitas/ por el jardín marino/ trémula luz/ serpentea el fondo/ columpio de peces/ en la superficie/ voraz/ alcanzas el horizonte/ que no cesa”.
De su último poemario editado, “Puerto Cayo”, se recogen también algunos textos donde su prosa poética resulta contundente y esencial, y demuestra su habilidad para edificar una realidad cuasi onírica, cuasi mágica: “Ha guardado mi rostro sin envejecer. Manakara corre sin medida tras la sirena de un barco náufrago en mi sombra”.
“Ventanas a la noche” titula José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957), la compilación que reúne veintitrés textos. Autor de dos decenas de libros de poemas, muchos de ellos merecedores de prestigiosos galardones -“Gil de Biedma”, “San Juan de la Cruz”, “Ciudad de Salamanca”…-, el vate abulense da muestras de su personalísima imaginería versal. Su capacidad para aventar la sed de un silencio contemplativo, la esperanza de convertir en palabra pura su meditado fulgor y el deseo de tornar en verbo y certidumbrela compleja existencia del hombre, son las claves principales de su dramática tensión creadora: “Tiempo amargo./ No atrapar la distancia de las cosas/ lejanas e invisibles. Es difícil/ imaginar otro mejor camino/ hasta llegar al fin donde tu vives,/ hasta llegar al lado del misterio”.
Tamizado por la desnudez de un verbo sostenido y solidario, de inquietante sustancialidad, puede apreciarse cómo nada surge del azar en el proceso creativo de Muñoz Quirós. Deudor de un decir místico, signado por el magisterio de San Juan de la Cruz, su verso, bien urdido y bien ritmado, brota, una vez más, revelador y sugestivo al hilo de este oportuno florilegio: “Vengo solo/ persiguiendo un instante/ que no quiebre con el miedo de ninguna presencia”.