Azul relente

Publicado: 08/09/2014
Dos años después de la edición de “Rosa y tormenta” en la palentina Cálamo, ve la luz, “Azul relente” (Renacimiento. Sevilla, 2014), una nueva antología poética de Javier Lostalé (Madrid, 1942).
Dos años después de la edición de “Rosa y tormenta” en la palentina Cálamo, ve la luz, “Azul relente” (Renacimiento. Sevilla, 2014), una nueva antología poética de Javier Lostalé (Madrid, 1942).
José Cereijo se ha encargado de la selección y prólogo de la misma, y en su nota a la edición, aclara que  el criterio básico para elegir los poemas ha sido el del gusto personal  del compilador y que ha optado por dar preferencia a los textos que mejor contribuyeran a “iluminar la totalidad”. No cabe dudade que, tal propósito,está conseguido y que el mapa líricoque se ofrece es harto revelador. Además, el propio Cereijo, afirma en su prefacio, que “Javier Lostalé no sólo hace sus versos, sino que también, éstos le hacen a él, le van diciendo quien es y el sentido posible de cuanto le ocurre”.

     Con estos mimbres introductorios, el lector podrá adentrarse con mayor hondura y rigor en esta entrega que reúne aquí y ahora, una atractiva muestra los sus seis libros publicados hasta la fecha por el vate madrileño.
Fue en 1976, cuando Lostalé dio a conocer su primer poemario “Jimmy, Jimmy”. Ya entonces, se advertía de que, tras su decir, había un hombre de sobria sensibilidad, que dibujaba en el espejo de su corazón instantáneas repletas de lirismo, no exentas de  aromas dolientes: “En el resplandor del mediodía/ hay una tensión de pájaros carbonizados/ mientras un aire en brasas/ abre heridas en tus ojos”. A aquel libro de amor, de sombras, de deseos, de ausencias, envuelto en una luz que proyectaba la transparencia de quien se sabía necesario y necesitado, le siguió, “Figura en el paseo marítimo" (1981), y, tras un silencio de catorce años, “La rosa inclinada”. Ese trío de libros, pareció cerrar un circulo donde la temática de su quehacer latía en torno a la notoria soledad, a la irrevocable finitud del ser humano, a los interrogantes vitales más recurrentes y al fulgurante hálitode esperanza que nace de la intimidad del alma: “He traspasado el umbral del pequeño camposanto/ y en las cuencas vacías de todo lo que me calcinó/ he plantado una rosa/ para ver si todavía el perfume cuenta/ lo que ya no tiene voz”.

Tras “Hondo es el resplandor” (1988), llegó“La estación azul”, galardonado con el premio Francisco de Quevedo de 2004. Al hilo de su publicación, anoté lo que aún suscribo:aquellas bellas prosas poéticas estaban y están impregnadas de un desasosiego pessoaiano, de un rumor de ángeles de niebla, de una música donde se auna la vida y la muerte, la utópica nostalgia: “Imposible conquistar el herido tiempo de la memoria”.

En su último poemario, “Tormenta transparente” (2010), Javier Lostalé proseguía su exacta línea creadora, y volvía a la carga con un decir de hondo intimismo, donde los acentos amatorios envolvían y revolvían su yo poético, el cual se veía atravesado por una tormenta trasparente, que no se tornaba lluvia, sino emoción contenida, tacto del ayer: “Los ausentes son nuestra memoria”.

      Al cabo, es este “Azul relente”, un sugeridor florilegio, que se cierra con algunos poemas pertenecientes al libro inédito, “El pulso de las nubes”, y que abrochan con cálido pulso el cántico de un poeta verdadero, tenaz y solidario.

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