El escritor mexicano, José Emilio Pacheco -fallecido en enero de este mismo año- afirmaba en un bello artículo que “un rasgo de Octavio Paz que nadie puede negar ni discutir es su pasión absoluta por la poesía, una entrega de más de setenta años que no sucumbió a la indiferencia ni a la hostilidad como tampoco a la fama y sus posibilidades destructivas”.
Traigo a colación su certero aserto, tras concluir la lectura de “Libertad bajo palabra” (Cátedra. Letras Hispánicas. Madrid, 2014), el espléndido libro de libros que abarca todos los poemas que Paz decidió conservar entre los escritos de 1935 a 1957. Esta reciente edición de Enrico Mario Santí, supone una ocasión inmejorable para adentrarse en profundidad en la obra de este escritor inagotable.
Coincidiendo con el centenario de su nacimiento (Ciudad de México, 1914) son muchos los homenajes y remembranzas que vienen memorando la personalidad y el hacer de Paz. Ensayista, traductor, pero ante todo poeta, supo, modular y adaptar su voz a los acontecimientos que rodearon sus múltiples vicisitudes vitales.
Dado al experimentalismo, fue etiquetado, en ocasiones, como un escritor inconformista, si bien, sería más correcto hablar de escritor culto, comprometido, solidario, polifacético…
En su meritorio estudio previo, anota el citado Mario Sentí, que este volumen -que reúne 207 poemas- no es una selección ni una antología, sino un diario, que además, coincide con tres épocas, demarcadas por períodos de residencia distinta en la vida y obra de Paz: México (1935 -1943), Estados Unidos, Europa y Asia (1943 -1953) y regreso a México (1953 -1959). Más de dos décadas, pues, enfrentado a un mapa tan vario y atractivo, hicieron que su material lírico creciese de forma incesante y ocupase una diversidad temática y formal amplísima. La libertad expresiva de sus versos, la simbología semántica que esconde su verbo y el sutil vanguardismo que envuelve buena parte de su quehacer, se alzan como tres de sus principales virtudes.
En una entrevista concedida tiempo atrás, confesaba Octavio Paz “que la poesía fue una manera de darme cuenta de lo que yo quería decir. Muchas veces te acercas al papel atraído por una necesidad oscura de decir algo, pero no sabes qué vas a decir. Cuando uno va a escribir un poema, muchas veces no sabe qué va a decir. Sientes la necesidad, pero es una necesidad que no aciertas a definir claramente. En su lugar hay una suerte de páramo angustioso. Pero de pronto una chispa, una espiga, un chorro de agua…, te lleva a decir ciertas cosas”.
De esa chispa tornada lumbre, de ese chorro convertido en torrente, de esa espiga hecha pan palabra, se pueblan estas páginas de amor, erotismo, venturas, desdichas, memorias, miradas, ausencias, ternuras, descubrimientos, reencarnaciones, enigmas, milagros…, de los que se puede gozar plenamente, envueltos en la autenticidad y misterio poéticos de un escritor total e imprescindible.
“El hombre,/ sobre la piedra lluvia persistente/ y río entre llamas/ y flor que vence al huracán/ y pájaro semejante al breve relámpago:/ el hombre entre sus frutos y sus obras”, escribe Paz en su bellísimo “Entre la piedra y la flor”.
Entre su verdad y su recuerdo, quédese el lector, disfrutando de su legado.
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