A golpe de realidad

Publicado: 09/06/2014
Acaba de ver la luz “Simulacro del frío”, del joven barcelonés Rafael Banegas Cordero (Premio de Poesía Joven “Antonio Carvajal”. Hiperión, 2014)
Los versos que escriben los poetas jóvenes y con casta suelen ser directos, espontáneos, agradecibles, aunque no definitorios, Hay excepciones, claro. Con dieciocho años, Rimbaud dio a la luz “Una temporada en el infierno” (1873). La fama de Rilke comenzó a gestarse a los veintitrés con “Canción de amor y muerte del alférez Cristóbal Rilke (1899); y en lengua hispana, Claudio Rodríguez publicó, también con dieciocho, “Don de la ebriedad” (1953), que otorgó cuerpo identitario a la poesía de segunda mitad del siglo XX.

     “Simulacro del frío”, del joven barcelonés Rafael Banegas Cordero (Premio de Poesía Joven “Antonio Carvajal”. Hiperión, 2014), encierra los tres adjetivos que apunto más arriba. A tener en cuenta que no es esta su primera entrega. En 2011 apareció “Inciertas conclusiones”, poco antes de graduarse en Filología Hispánica. Así pues, la disposición de nuestro poeta se antoja incondicional.

     “Simulacro del frío” expone un cúmulo de experiencias inevitablemente recientes, ensoñadas o no. “Quién dijo que dormir fuera un descanso”, se pregunta el autor con total sinceridad. En consecuencia, agolpe de realidad y/o de utopía va recreándose en un universo cerrado y muy medido en cuanto a concreciones se refiere. Y valga la paradoja, va definiendo este universo al hilo de la indefinición. Ya en prólogo, se desnuda para enseñar “el éxtasis de un cuerpo/ que no es el mío”, y luego repara en que su corazón y el de los suyos “somos ya un músculo activo/ creando errores sin cesar” y se convence de que al ofrecer su idioma al ser querido no tiene diccionario para descifrarlo. Descarnado revelamiento.


     Esta incertidumbre y el devenir de lo contradictorio, los maneja el poeta con franca destreza y aferrado a su destino. Llama la atención que lo mejor y lo menos logrado de “Simulacro del frío”, se concentre en tres instantáneas consecutivas. Así, la conmoción que supone el final del poema dedicado a sus padres y la delicadeza tan breve del que le sigue (“Sueño con otra vida/ porque la mía, alguna vez,/ me gustó demasiado”) chocan frontalmente con esta otra imagen: “oigo toser a un hombre./ Me giro y en sus esputos/ veo/ mi, nuestra degradación,/ y el mundo”.

     Dos versos de Manuel Vázquez Montalbán los redujo de forma inconsciente Rafael Banegas a otro trance acaso más sugeridor: “Antes de aspirar un cigarrillo/ y respirar sobrio de adiós y madrugada”. El maestro no había escrito “sobrio”, sino “un sorbo”. Esto es, una palabra reinventa otra situación y reincide en ella. “Sobrio y madrugada” iba a titularse este poemario. Acabó titulándose “Simulacro del frío”.

     Doy fe de que Rafael Banegas aquí no simula nada, sino que suelta realidades como puños. Y el lector, sin duda, se lo agradece.

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