Doscientos años se cumplen de la muerte de Mijaíl Lérmontov, (1814 – 1832), polifacético y singular escritor ruso, del que ediciones Cátedra acaba de editar “Poemas - Poesía Líricas”, en su imprescindible colección Letras Universales.Mijaíl Chílikov se ha encargado de la selección y traducción de los textos aquí reunidos y de elaborar una aclaratoria e ilustrativa introducción sobre la vida y obra de éste controvertido autor.
Con tan sólo dos años, Lérmontov sufrió la pérdida de su madre a causa de la tisis. Su abuela-que lo cuidó como si de su propio hijo se tratara-, le proporcionó hasta la adolescencia una educación casera, con profesores particulares que le aportaron importantes conocimientos del francés y del alemán, a los que el propio Lérmontov uniría los del inglés. Al cabo, un joven de provincias, que cuando llegó con catorce años al Pensionado Universitario de Moscú, leía con facilidad y devoción a Schiller, Goethe, Rousseau, Voltaire, Shakespeare, Byron…
De aquella época, datan sus primeros poemas y sus iniciales inquietudes literarias, que le acompañarían hasta los últimos días desu trágico destino. Su paso por la universidad moscovita, su posterior traslado a la de San Petesburgo -donde no le fueron convalidados sus estudios- y la fuerte presión familiar, le llevó a optar poruna carrera militar. Una decisión contraria a sus intereses, y, que a fin de cuentas, marcó su desgraciada biografía, poblada desde entonces por distintos arrestos y sucesivos destierros. En uno de ellos, y al pie del monte Mashuk, encontró la muerte, tras batirse en un duelo que acabó en premeditado asesinato. Con tan sólo veintisiete años, y en plena madurez creativa, fallecía Mijaíl Lérmontov, considerado por muchos críticos el mejor y más válido sucesor de Alexander Pushkin.
A pesar de su conflictiva existencia, el autor ruso dejó como legado una obra abundante, a la que además de sus 400 poemas, se suma su amplio quehacer dramático y narrativo.
Esta compilación que me ocupa, recoge su creación cumbre, “El demonio”, que inspiraría con posterioridad a su compatriota Anton Rubinstein para componer una ópera en tres actos con el mismo nombre. A su vez, “Mzyri” y “El fugitivo”, complementan el apartado de “Poemas”, y conforman un destacado trío de piezas, de hondo y extenso aliento, que suponen un valiosísimo testimonio de su personal quehacer.
Para la sección de “Poesías líricas”, Mijaíl Chílikov ha escogido y versionado al castellano veinticinco textos, donde Lérmontov “plantea importantes problemas contemporáneos, expresa sus pensamientos acerca de los destinos de la joven generación, la soledad trágica del hombre librepensador, la degradación moral de la sociedad”. Una lírica, en verdad, donde también cabe lo amatorio, lo histórico lo apasionado, lo patético, lo tormentoso, lo satírico, lo crítico…, tamizado todo ello por un halo de romanticismo que conjuga de forma precisa con la admiración que el poeta ruso siempre profesó por Lord Byron.
En suma, una excelente ocasión para acercarse al decir de un escritor al que Chéjov dedicase elogiosas y firmes palabras como éstas: “No logro comprender como pudo escribir una cosa así siendo casi un chiquillo todavía… No conozco un lenguaje mejor que le de Lérmontov”.