Himno de memoria juvenil

Publicado: 05/05/2014
Excelente bautismo el que nos brinda Ignacio Elguero en esta su primera entrega novelesca, plena de empatías y atractivos.
Tras dar a la luz tres ensayos de corte generacional, “Al encerado”, “Los niños de los chiripitifláuticos” y “Los padres de Chencho”, Ignacio Elguero (1964), acaba de publicar su primera novela, “Leif Garrett en el dormitorio de mi hermana” (Planeta, 2014).
Este polifacético autor madrileño, que alterna su tarea periodística -en la actualidad es director de Programas de RNE- con su labor literaria -cinco poemarios ya editados-, ha vertebrado una narración intensa y emotiva, donde el leitmotiv tiene mucho de memoria juvenil y cálido ayer.

     La protagonista, Teresa, cercana ya a cumplir los cincuenta, retorna al que fuera su hogar de infancia. Allí, revisando sus viejos papeles, pertenencias y recuerdos, descubre al retirar un armario, un póster de Leif Garrett, su idolatrado héroe y amor de juventud. Esa antigua imagen, se convierte en inevitable borbollón de remembranzas, en emocionado y sorpresivo torrente de vivencias pretéritas: “El tiempo detenido. La vida en aquel póster. Un rincón del pasado, intacto, puro; pintura rupestre, galería de los recuerdos. Leif Garrett vivo, como ella; joven, como su pasado: el tiempo ido”.
Tiempo ido, sí, pero aún abierto, aún herido, aún latente, que Ignacio Elguero va modelando con pluma ágil y certera, y que a través de precisos saltos temporales, retrata de manera sabia y evocadora. Aquellas décadas de los años setenta y ochenta, coincidentes con la pubertad y adolescencia de Teresa, sirven para ambientar un tempo narrativo salpicado de guateques, películas, temas musicales, juguetes, divertimentos…, y se vuelven, a su vez, imprescindibles protagonistas de la narración.

La complicidad de sus amigas, Ana y Pilar, íntimas confesoras de su cotidiano acontecer, la compleja relación con su madre, Maruja, las ventajas de ser el “ojito derecho” de su padre, Don José, la dicha y el dolor de su primer e imborrable amor, Julián…, se conjugan con el relato de la actual vida de la protagonista, ya casada, divorciada, y madre de un hijo… “A Teresa le ha obsesionado siempre el paso del tiempo. Cada cambio de década ha llegado acompañado de un bajón de ánimo, derivado de alguna nueva angustia. A los treinta sintió la llamada de la maternidad (…) A los cuarenta, la pérdida definitiva de la juventud. Teme los cincuenta, con su letrero de luces rojas. El tiempo es cruel -piensa Teresa-”.

     No cabe duda, de que los lectores más cercanos a la conciencia generacional que dibuja esta novela, disfrutarán aún más de sus páginas llenas de pasión, alegrías, tristuras, decepciones…, y se verán reflejados en muchos de los sentimientos, pensamientos y comportamientos que acompañan a Teresa a lo largo de sus periodos vitales: infancia, juventud y madurez. Porque, al cabo, esta novela concilia y reconcilia con un tiempo y un espacio donde se entremezclan la rebeldía y el desencanto, la inocencia y el desengaño y la inevitable verdad de no tener mas que una única oportunidad para vivir.

    Excelente bautismo, pues, el que nos brinda Ignacio Elguero en esta su primera entrega novelesca, plena de empatías y atractivos.

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