Editada con esmero por la Diputación de Salamanca, ve la luz una amplia antología de Ezequías Blanco (Paladinos del Valle, Zamora, 1952) , “La realidad desentendida”.
Esta compilación, aglutina veinticuatro años de empeño lírico (1978 - 2012), en los que el poeta zamorano ha ido construyendo una obra sólida y rigurosa.
Si bien el florilegio se abre con una muestra del primer libro escrito por Ezequías Blanco, “Archivo de imágenes - Imágenes de archivo. 1974 - 1977” -publicado por la editorial Devenir en 1999-, se considera que “Limitación del vuelo” (1978), fue en verdad su bautismo poético. Aquel joven de 26 años, iniciaba ya su andadura con un verso muy bien acordado y una voz que aventuraba cotas más altas.
Desde aquella juvenil publicación, se han sucedido otros siete poemarios, “Palabras de la sibila” (1992)”, “En medio del desierto” (1994), “Los caprichos de Ceres” (2003), “Objetos del amor lejano” (2005), “Una ceja de asombro” (2010) y “12 musas” (2012). De todos ellos, hay aquí cumplida muestra, además de dos libros inéditos. El primero de ellos, “Otras tribus urbanas”, es un divertido conjunto de poemas que pretende satirizar a cierto arquetipo de artistas, y donde se aprecia con claridad la veta irónica del poeta castellano: “No llevan boli ni papel ni pluma/ aquellos que en los bares rellenan servilletas./ Ya los ven venir los inteligentes camareros/ y les dejan el lápiz junto al azucarillo”.
El otro, “Frutas para una macedonia”, reúne textos en verso y en prosa, y trata con muy distinto tono temas como la infancia, la familia, Dios, la violencia de género o el “Paraíso perdido”: “Y mientras tanto tú perdido/ aislado y separado de tu medio/ caminas con torpeza vulnerable/ como esa hormiga sola/ por el hierro oxidado que contemplas/ tarde tras tarde al borde del ocaso”.
Los que conocemos desde hace tiempo el quehacer de Ezequías Blanco, nos reencontramos a lo largo y ancho de este volumen con un discurrir que busca ahondar en el conocimiento del alma humana, que pretende aprehender los asombros que oculta el corazón, enraizar en sus adentros la metamorfosis del amor, y reconstruir, al cabo, la médula vital de un tiempo ido, mas vívido, de un presente inquietante, mas soñador, de un futuro inasible, mas esperanzado: “Nadie hable de destrucción o desencanto/ mientras haya manos que puedan impedirlo”.
A cada uno de los libros aquí recogidos, precede un comentario, prólogo, reseña…, que ayuda a signar con mayor cercanía las claves de sus poemas. Y así, encontramos certeras definiciones sobre el hondo aliento que destila el cántico de Ezequías Blanco.
“Poesía entreverada de emociones e ingenio”, la llama Manolo Romero; “Expresión diáfana basada en la lucidez y la comprensión sobre el ser humano, su historia y su literatura”, refrenda José Enrique Salcedo.
Y así, llevados por el cálido fluir de estos poemas, donde aletea insomne la vida, puede hallarse “…la improvisada caricia del olvido,/ la soltura de la lengua disparando al porvenir”, sumergiéndose entre las esquinas de una “realidad desentendida”, pero emotiva, de una verdad que guarda la memoria y el mañana, el silencio de la vida, la razón última de la posible felicidad.