La llegada a mis manos del libro “Cien de diez” (Ángaro, Sevilla, 2013), de Enrique Barrero, me sorprendió consultando en el DRAE algo sobre la décima, esa “combinación métrica” (el DRAE no utiliza la palabra “poema” sino las dos que entrecomillo) que tanto apasiona al poeta sevillano autor de este volumen, compuesto precisamente por un centenar de décimas.
Pues bien, el Diccionario de la docta casa, tras referirse a la métrica octosilábica y la habitual manera de rimar los versos de tal composición, añade algo que reconozco desconocía: “Admite punto final o dos puntos después del quinto”. Leyendo a Barrero, me encuentro, de pronto, con un quinto verso cerrado por un punto. ¿Importa? Lo curioso es que la décima a que tal verso pertenece, se titula “Cosas que importan”. Y esa puntualización -bien traído sea el vocablo- no tiene por qué afectar a la calidad ni a la conformación estructural de la pieza, que me permito reproducir: “Un poema. Una canción./ Un recuerdo que nos salva./ Una veta de luz malva./ La fuerza del corazón./ La amistad sin condición./ Esperar por esperar./ Mirar las nubes pasar,/ como pañuelos sin prisa./ La inocencia en la sonrisa./ El horizonte y el mar.”
He dicho antes que la décima apasiona a Barrero. Y es cierto. “Tenaz octosilabista”, lo llamó un poeta amigo, en tanto elogiaba su condición de decimista mayor. Las cien que aquí selecciona, aparecen agrupadas en diez apartados. “Reflejos en la umbría”, “Luz de Mar”, “Estampas andaluzas”, “Pequeños lirios”, “Esquinas de ciudad”, “Lazos de sangre”, “Menudencias”, “Nombres propios”, “En brazos del tiempo” y “Palabras en la hondura”. Y si me detengo en detallar estas subdivisiones, no lo hago en vano. Porque al nombrarlas, estoy dando a conocer temática, sensibilidad, generosidad… y cuanto encierran sus mil versos, pero puedo decir también mil décimas. Pues esas son las que Barrero ha escrito de forma sugeridora y constante -y lo sabemos por su prologuista Salvador Casado- “durante estos últimos años, día a día y de manera ininterrumpida desde el 7 de marzo de 2010 hasta e 20 de noviembre del pasado año 2012, en su blog de internet titulado “De cimas y subsuelos”; Vocación se titula esa fidelidad, y “Vocación” se llama la décima que cierra el libro: “Llamada, grito en lo hondo,/ cuando Dios sale al encuentro”…
Sabido es que la décima es nombrada también “espinela” por atribuirse su creación a Vicente Espinel, andaluz de Ronda, soldado, escudero cautivo, músico y sacerdote, que vivió a caballo de dos siglos (1550 – 1624), y cuyos versos no suelen aparecer en las antologías más comunes, quizá porque se prodigara más en latín y en italiano que en nuestra lengua. Pero espinela es también una piedra fina, roja como el rubí, usada en joyería. Y uno pudiera piropear con ella al autor de este joyero centenario.
Volviendo al DRAE, hay en el un verbo transitivo anticuado que atrae la atención: “decimar”. Lo propio sería que significase “hacer décimas”; nada más lejos de ello: su verdadero significado es -fue- “diezmar”. No olvidemos que la segunda acepción de décima es precisamente “diezmo”, que daba nombre a un tributo real. Rematemos aquí esta digresión, diciendo que “Cien de diez” es el tributo que Enrique Barrero, agradecido, entrega aquí a la Poesía.