Zbigniew Herbert nació en Lvov, en el otoño de1924. O lo que es lo mismo, en la Leópolis de la diócesis latina, la Lemberg de la Galitzia de los austrohúngaros, la polaca Lwów, la soviética L´vov, y la actual L´viv ucraniana. Y, valgan estas variantes geográficas, para dar cuenta de cómo la identidad del estado polaco se ha visto fracturada tantas veces a lo largo de su compleja historia, y de cómo ejemplos similares al de Herbert, resultaron, por desgracia, demasiado habituales.
La reciente aparición de la “Poesía Completa” (Lumen. Barcelona, noviembre de 2012) de este espléndido vate polaco, devuelve a la actualidad la presencia en España de una literatura que cada vez nos resulta más cercana, pues autores como Witold Gombrowicz, Stanislaw Lem, Adam Zagajewski o Bruno Schulz, les son ya familiares al público entendido.
Cabe recordar que, en 1980 y 1996, la literatura polaca recibió el reconocimiento de la Academia Sueca, tras conceder el Premio Nobel a Czeslaw Milosz y Wislawa Szymborska, respectivamente. -Milosz confesó tras la concesión de tan preciado galardón, que se lo deberían haber dado al propio Herbert-. Y ese par de Nobeles, no hacían sino confirmar la importancia de una de las literaturas más ricas de la Europa del siglo XX. La proximidad de sus grandes vecinos, Rusia y Alemania, ha convertido a Polonia en una suerte de país heroico, donde la resistencia cultural se ha mantenido siempre latente como inmejorable paradigma de su tenaz personalidad.
De la versión, el prólogo y las notas del volumen que me ocupa, se ha encargado Xaverio Ballester, quien ha culminado una estupenda labor a la hora de recopilar y verter al castellano obra tan rica y variada. El mismo Ballester, califica a Herbert como un “poeta de la familia, de la fauna, de la flora, de la filosofía, de la historia, especialmente de Polonia y Rusia, del mito, sobre todo del antiguo, de los objetos cotidianos o artísticos, de personajes varios, de los viajes…”. Esa polifonía temática, se convierte, al cabo, en una de sus mayores virtudes, porque su cántico sumerge al lector en una oleada de imágenes cromáticas, de metáforas cósmicas y terrenales, de espacios repletos de verdad, de amplísimos escenarios…, que llegan dibujados por una pluma torrencial y sugestiva: “Cuando ya sepas silencia tu sabiduría/ vuelve a aprenderte el mundo como un filósofo jónico/ saborea el agua y el fuego el aire y la tierra/ pues ellos permanecerán cuando todo haya pasado/ y permanecerá el viaje aunque ya no sea tuyo”.
Zbigniew Herbert publicó su primer poemario en 1956, “Cuerda de luz”. A éste, le siguieron otros ocho, que completan el total de su producción. A la hora de enfrentarse a esta obra total, el lector debe estar advertido de que es recomendable dosificar los tempos de lectura, pues el decir herbertiano se muestra impregnado de muy variados componentes líricos, con amplísimos paisajes y numerosos protagonistas.
Y al hilo de esos breves mas intensos sorbos, podrá gozarse mejor la encendida dicción de su verso, la dignidad con la que se consagró a su oficio y el paraíso lírico que nos dejó como inmortal legado: “Me gustaría describir las emociones más sencillas/ la alegría o la tristeza/ pero no como lo hacen los demás”.