Lágrimas

Publicado: 24/09/2012
Catalina Montes habitaba en la fe y en la querencia innata hacia sus semejantes
Catalina Montes fue una mujer singular y melancólica. Vallisoletana, nacida en la primera mitad del siglo pasado, se licenció en Filología Moderna y en Geografía e Historia y en Música por el Real Conservatorio de Madrid. Fue Catedrática de Filología Inglesa y Norteamericana, y de sus numerosos ensayos, destaca el titulado ”La visión de España en la obra de John Dos Passos” (1980). La escritora pucelana también fue narradora. Aunque publicó sus relatos con el singular pseudónimo de SETNOM ANILATAC. En el terreno social, su labor como presidenta, desde 1994, de la “Fundación Segundo y Santiago Montes”, fue reconocida por la Junta de Castilla y León con el Premio a los Valores Humanos.

     “Lágrimas” es su único poemario édito después de su muerte, acaecida el 5 de abril de 2011.
Acudiendo a sus versos -escasos para vida tan prolija- también resultaría fácil acceder al yo más lúcido de Catalina Montes. Y sí: Melancolía son la palabra y el sentir que resume este urgente libro. Me pregunto por qué la autora no quiso verlo publicado en vida. Son cuarenta y cuatro composiciones muy breves, de tono esperanzado a veces, otras resignado o nostálgico. ¿A qué el contraste? Seguramente, cada uno de los reveses sufridos, y no fueron pocos, los quiso contrapesar con otra vida más amable que le esperaba al
filo de la muerte.

     Catalina Montes habitaba en la fe y en la querencia innata hacia sus semejantes. Así lo demuestra en su poema inicial: “En mi atalaya,/ cercada por la muerte,/ tengo la luz/ de atardecer,/ el cielo/ y el canto/ que me nace…”. Y en el XLIV, que cierra la entrega: “Cuidados infinitos/ de familia y amigos/ la bendición de mis ancianos/ el amor de mis pobres”.

     El de esta poetisa es un decir pulcro, definitorio, y muy trabajado a partir de su concisión. Esperanza Ortega, cuidadora de la presente edición, la presenta justo un año después de morir su amiga: “Desde su atalaya, Catalina Montes creía ver una flor hermosísima que nunca se decidió a cortar (…) Aquí pervive ahora su perfume, entre las páginas de “Lágrimas”, aquí se oye la voz de la que fue y será un gran poetisa”.
En estos 202 versos, que se leen y releen con una grata disposición, están encerrados, pues, los blancos misterios de su soledad creadora, las remembranzas de su infancia feliz y tierna, los ecos de su íntima pena, el amor sediento y fugaz de su alma (“Mi tacto busca/ y busca mi mirada/ lo que han acariciado/ tus ojos y tus manos/ lleno de ti sin ti”) y el mensaje, al cabo, cifrado y emotivo de una mujer que sostuvo firme su desamparo: “Te fuiste y me dejaste/ esta punzada/ de dolor y de ausencia./ Ya nunca más/ florecerán mis rosas”.

     Catalina Montes tuvo que dejarnos para que sus secretos líricos sean ahora compartidos por todos aquellos que la quisieron y admiraron. Y por los que nos sumamos ahora al favor de sus versos. Y su verdad.

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