Pedro Flores -canario de 1968- es un escritor prolífico. Poeta sobre todo, también tiene en su haber libros de relatos, de ensayo y una pieza teatral. Y su buena pluma viene corroborada por numerosos premios literarios.
“El último gancho de Kid Fracaso” es el décimosexto poemario édito de Flores, y su título indudablemente supone algo más que sus premisas: Kid Fracaso ofrece la imagen del penúltimo boxeador vivo, sapiente, resignado, fiel conocedor de lo que le espera. Es protagonista omnipresente y lúcido, y aunque salga del ring lastimado, y luego a la calle maquillado y tuerto, sigue escuchando sin falta, “sin tregua”, la misma tentación: “Salgo del ring medio sonado./ El agua de la ducha arrastra mi sangre (…) Suena desde algún lugar de este mundo/ una enorme invisible campana/ y comienza otro combate/ en el que tampoco gano nunca”.
Hay un ritmo intrínseco en estas veintisiete composiciones de “El último gancho…” que se entrevera de forma acompasada con los cinco estadios de la agonía vital; esto es, ira, dolor, negación, depresión y aceptación. ¿Y por qué aceptar semejante agonía?.
Es fácil de comprender si nos atenemos q lo que dice un personaje de Campanella en su película “El secreto de tus ojos”: “Un hombre puede cambiar de todo, de capa, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar: de pasión”.
Y, en verdad, da igual qué pasión sea: por su primer amor, por la literatura, por sus hijos, por su equipo de fútbol… o por el boxeo. Tal le ocurre a Kid Fracaso al hacer “Inventario” de su devenir: “No tengo fotografías,/ ni abrigos,/ ni cacerolas,/ ni maletas,/ ni dioses./ Mi alma debe demasiados años/ de alquiler por este cuerpo./ Y he vuelto a ponerme los guantes,/ y he vuelto a saltar a la lona,/ esperando que tampoco sea este/ el día del deshaucio”.
Apuntaba Pedro Flores en una entrevista acerca de la publicación de su antología poética “Con la vida en los talones” (2001), que para su poesía necesita “capacidad de consternación”. Esta necesidad la cubre ampliamente en este nuevo volumen.
Kid Fracaso resulta un personaje entrañable, a veces místico, y aun querible por esa complicidad que asume consigo mismo y de la que pretende hacer partícipe constante al lector de sus trasiegos. Y no descansa nunca: “Hace meses que no me dan una pelea:/ sé fingir muy bien que me caigo/ pero no sé fingir que me arrastro”.
Pega, pena, pierde, y no se arrepiente de nada, ni de la batallas en el ring ni en las del amor perdidas: “Oigo contar hasta diez/ y cada número es una mujer que no me ama”.
“El último gancho de Kid Fracaso” aporta ilustraciones ad hoc y muy sugestivas de Agnes Daroca -diseñadora zaragozana nacida en 1978- y confirma de nuevo la voz de un poeta comprometido a fondo con la palabra y que sabe moverse con autenticidad y pericia en el ring lírico.