Este “Almanaque Musical”, con el que inaugura el nuevo año la editorial Kalandraka, ve la luz al par en castellano y en gallego, de la mano de sus autores, el poeta Antonio Rubio y el ilustrador David Pintor. Rubio, toledano de 1953, “maestro y amante del alfabeto”, como él mismo se califica, es también, y ello resulta lógico, amante de la poesía, como prueba su bibliografía. Pintor, coruñés de 1975, ha expuesto su obra en el extranjero, donde ha sido reconocido con premios internacionales, como el de la Society of News Design.
Destinado a lectores de 7 años en adelante, el libro está compuesto de doce poemas correspondientes a los doce meses del año, cada uno de ellos con estrofas de cuatro versos hexasílabos asonantados, lo que le brinda uniformidad y armonía; todo además, signado por la música, que se erige en protagonista, si de un modo indirecto y sutil. Valga como ejemplo de lo que digo el arranque de “Febrero”: “Tras de los cristales/ la orquesta contempla/ los copos de nieve/ que a febrero acechan./ Caen como arpegios/ blancas notas lentas/ de algún pentagrama/ oculto en la niebla”…
Pese a ese pulso impregnador, que parece obviar premeditadamente lo pedagógico, el autor no vacila a la hora de añadir al final del libro unas “Recomendaciones” en las que, bajo el título de “Concierto para cuerda”, detalla un buen número de obras para violín, viola y violoncelo, que van de Vivaldi a Alban Berg, pasando por Bach, Beethoven, Mendelssohn o Bartok, entre otros, y por supuesto de Mozart, a quien se pretende rendir homenaje, según prueba la nota que cierra el volumen, en la que se hace constar que este ha sido impreso en el mes de enero para conmemorar el nacimiento del gran maestro de Salzburgo.
En el mismo sello, se publica, “El artista que pintó un caballo azul”, un sincero y cromático homenaje al gran pintor expresionista alemán Franz Marc (1880-1916). El texto y las ilustraciones corresponden a Eric Carle (Nueva York, 1929) cuya formación artística se gestara en la prestigiosa Akademie der Bildenden Künste, en Sttutgart. A Carle, le llegó su gran oportunidad al convertirse en diseñador gráfico del “New York Times”, pero nunca abandonó su gran pasión creativa, y, desde su primer libro, editado en 1968, “1,2,3 to the Zoo”, ha publicado más de setenta álbumes.
Con traducción de Chema Heras, este “homenaje” se nos presenta un atractivo volumen para prelectores y primeros lectores, que se apoya en un texto de plena sencillez y en unos coloridos dibujos que representan animales domésticos y salvajes. Así, van sucediéndose las bellas imágenes de “un caballo azul”, “un cocodrilo rojo”, “una vaca amarilla”, “un conejo rosa”, “un león verde”, “un elefante naranja”, “un zorro violeta”, “un oso polar negro” y “un burro de colores”; además, el propio Eric Carle se retrata en su oficio de pintor, en un gesto de feliz complicidad con su tarea pictórica.
Sin duda que, las reminiscencias del citado maestro alemán, se dejan notar en la composición y el trazo de estos dibujos, que aparecen pintados con una clara intención de dotar al niño de libertad expresiva y de avivar su imaginación.
“Con muchos de mis libros intento tender un puente entre el hogar y la escuela (…) Quiero enseñar [a los niños] que aprender es fascinante y divertido”, refiere Eric Carle. Y a buen seguro, que los más pequeños -y por qué no, también los más grandes- podrán hallar y ver reflejada la sana intención del artista neoyorquino en la magia ilustradora de estas páginas.