Bajo el cernudiano título de “Donde no habite el olvido”, José Mª Herranz ha preparado un antología “poco ortodoxa”, que según confiesa en su prólogo significa “una toma de pulso a la palabra actual y viva, presente en la poesía escrita en un momento histórico.” En su proceso de selección, se deduce que ha influido la calidad de los textos y la simpatía personal que el compilador pueda profesar hacia el estilo u obra de los antologados.
Pero tras estas premisas justificativas, José Mª Herranz se aventura a dar sus personales y controvertidas opiniones sobre el mundo lírico de hoy y el papel de los vates que lo integran. Tal vez, no sea un prefacio a un común florilegio el mejor lugar para dar rienda suelta a valoraciones tan subjetivas, pero aquí quedan reunidas, como previo pórtico a la voz de los autores.
Sirvan, como ejemplos de sus aseveraciones, estas que transcribo: “Son raros aquellos lectores que se aventuran a sumergirse en un libro de poemas hoy en día”. “Los poetas son considerados escritores sin valor, ya que su obra no puede ser cuantificada en dinero”. “Se observa, en general, en los estamentos poéticos actuales un marcado conservadurismo en las formas y en los temas”. “Los críticos literarios no ejercen un análisis del discurso (…) pues suelen ejercitar la autocensura”. Existe una “limitación a las formas clásicas de la construcción de la poesía en críticos y jurados, encontrándose mal vistas o no consideradas las experiencias poéticas diferentes a la tradicional del endecasílabo-heptasílabo blanco que quizá está durando ya demasiado”. “Es como si existiera una consigna no escrita de no premiar nada que pudiera alterar el orden social y económico dictado por los grupos de presión [editoriales]”.
Abre la antología, un poema del propio José Mª Herranz “como particular homenaje a Luis Cernuda” -en el que proliferan los endecasílabos y heptasílabos blancos (“Allá el deseo existe/ y el alma reconstruye sus jirones/ como cuerpo hermosísimo”…)- al que le siguen cuarenta y un poetas.
La variedad y diversidad de los seleccionados es amplia, abarcando desde la obra de la cartagenera María Teresa Cervantes y el zaragozano Rosendo Tello, ambos nacidos en 1931, hasta el más joven, el barcelonés Luciano Rodríguez (1995).
Razones de espacio, impiden en buena lógica, dar a conocer a todos los integrantes de esta compilación, pero queden como recomendación de su sugestivo quehacer, los nombres y los versos de Aureliano Cañadas, Cristina Cocca, María Jesús Fuentes, María Esperanza Párraga, Miguel Pastrana, Emilio Porta, Ginés Reche, Teodoro Rubio, Francisco Montesinos, Oscar Pirot, Manuela Temporelli, Jara Bedmar, Antonio García Soler, Ana Delgado Cortés…etc.
El citado Aureliano Cañadas afirma en su epílogo que “esta antología en la que figuran madrileños, gallegos, extremeños, andaluces, levantinos, aragoneses, ha llegado a ser una buena muestra del estado de la poesía española actual (…) Quieran los dioses que, como la gran obra del gran poeta sevillano, esta antología no sea nunca habitada por el olvido”. Así sea.