Notas de un lector

La bailarina de Mori

Ogai Mori nació en Tsunawo, Japón, en 1862. Contemporáneo del otro gran autor japonés que fuera Natsume Soseki, formó, junto a él, el tandem literario más significativo de la era Meiji (1868-1912).
El padre de Mori, que ostentaba el cargo hereditario de médico del señor feudal de su pueblo, tuvo por seguro que su hijo seguiría la tradición familiar. Y así fue, en cierta medida, pues con tan solo diecinueve años, se licenció en Medicina y eligió la carrera de oficial médico del ejército.
Pero su estancia en Alemania (1884-1888), dio un giro completo a su vida y a su conciencia, pues quedó prendado e impregnado de la atractiva cultura occidental de entonces. Su desahogada posiciónn, le permitió desde la infancia ampliar sus estudios a otras lenguas y, fue un excelente traductor de los clásicos alemanes, Schiller, Goethe, Hauptmann, e incluso de autores como Ibsen y Andersen.


A su regreso del país germano, Ogai Mori dio a conocer en 1890 su primera novela corta, “La bailarina” (Impedimenta. Madrid, 2011) que con traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés nos acerca -por vez primera en castellano- a una deliciosa narración de amor, dolor, obediencia y traición.
El prefacio que firma el citado Fernando Cordobés, resulta ilustrativo en cuanto a las peculiares vicisitudes que rodean el proceso creativo e histórico en que fue concebida la obra. El aislamiento al que estuvo sometido Japón -junto a Tailandia fue el único territorio no colonizados por ninguna potencia europea-, supuso que todo cuanto viniera de Occidente cobrase inmediato atractivo entre la población, que los propios escritores nipones probaran fortuna fuera de su tierra -Soseki viajó a Inglaterra, Kafú Nagai, Shimazaki Kotaro, Yosano Akiko…, a Francia-, y que la era Meiji llevara aparejada un altísimo grado de alfabetización. Todo ello contribuyó al eco y al éxito de esta “bailarina” de Mori. Además, era la primera ocasión en que un autor se atrevía a narrar en primera persona, algo impensable hasta entonces en una cultura donde las emociones personales resultaban -y resultan- tan distantes y escurridizas.

La historia -que memora su principal protagonista, Toyotaro Ota- da cuenta de la peculiar y azarosa relación de éste con Elise, una bailarina de extraordinaria belleza y de escasos recursos económicos, a la que conoce de forma accidental durante su estancia en Alemania. Allí, había llegado tiempo atrás Toyotaro para ampliar sus estudios de Derecho. Pero su placentera y monótona cotidianeidad, se verá alterada por esta encendida relación que acarreará consecuencias tan contradictorias como dramáticas.
La inocencia con la que el lector de hoy puede abordar esta novela -de corte tan romántico-, no tiene que ver con el efecto que causó dos siglos atrás. Por otra parte, tras el velo amante que la recubre, se esconde una serie de normas y comportamientos muy restrictivos, que ayudan a comprender la extraña conducta de sus protagonistas.

Ogai Mori escribió algunos relatos que figuran entre las piezas maestras de las letras japonesas -“El ganso silvestre”, “Sansho el camarero” y La barca en el Takase”-, además de algunas notables novelas como “Vita sexualis”.
Pero, tal vez, ninguno de sus texto alcanzara la compleja sencillez y el exquisito tratamiento formal que desprende esta bailarina, tan de ayer, pero tan vigente.

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