Se cumple este 2024 el centenario del nacimiento de Lorenzo Gomis (1924 – 2005). Rebasados los ochenta años, continuaba en activo como catedrático emérito de la Universitat Autónoma de Barcelona, además de mantener un excelente pulso poético que le permitía seguir al frente de su incesante tarea creadora.
Al par de su larga trayectoria periodística -fue director de “El Correo Catalán”, entre 1977 y 1981, columnista y consejero de dirección de “La Vanguardia”, fundador y director de la revista “El Ciervo”…-, su labor literaria estuvo marcada por su devoción lírica. En 1951, obtuvo el premio Adonáis por “El caballo”, y en la inolvidable colección de Plaza & Janés, vio la luz en 1978 su “Poesía Completa (1950 -1975)”; más tarde, en 2002, la Universidad Popular José Hierro, la actualizó y la publicó, ya ampliada, nuevamente.
Ahora, Papers de Versalia recoge en su colección Zona blanca, una atractiva antología de su obra: “Mediodía (1951 – 2005)”, que incluye una muestra de sus ocho libros escritos en castellano. Alejandro Duque Amusco ha estado al cuidado de la edición y, en su prólogo, desvela sabiamente las claves del autor catalán: “La poesía de Lorenzo Gomis es naif y a la vez dramática. Parece escrita por un alma de niño que ama la travesura (…) Es, a veces, un grito, un estallido de originalidad, la broma lacrimosa del circo. Su truco consiste en caricaturizar el mundo para hacérnoslo ver en su verdadera dimensión, menos seria e importante de lo que creemos”. Y, en verdad, al par de la lectura de estas páginas, el lector hallará ese fino humor, esa expresividad imaginativa que derraman sus versos: “Un hombre subió a un árbol a coger una fruta./ La fruta estaba arriba, muy arriba, muy alta./ El hombre no llegaba,/ el hombre no llegó./ Desde entonces/ hay un hombre en el árbol,/ un hombre entre las ramas./ Nadie sabe qué busca”.
Precisamente, esa forma tan personal de mirar el universo, de contemplar cuanto aconteciera en derredor, le permitió aunar el tiempo de su creación con su tiempo vital. Su decir fue creciendo pausado, coherente, capaz de conformar un espacio propio desde el que conjugaba la experiencia propia y ajena. Tal vez, por ello, su discurso incita a la complicidad, a ovillarse entre su palabra para sentir cierto desahogo y, entender la manera en que habitar y existir de forma común y mejor: “Y vamos y ven a hundir el sol en el mar,/ el mar en el amor,/ para poder mañana, humildemente,/ asomar otra vez, con excusas,/ y volver a vivir/ en el mundo, en el mundo, en este mundo”.
“Sonetos, todavía. Y siempre”, dejó anotado un poeta andaluz. A Lorenzo Gomis le gustaba escuchar ese aserto porque refrendaba su inclinación por esta bella estrofa a la que siempre fue propicio. Ya póstumo, apareció “Fanfarria poética”, un último ejemplo de su hermanamiento con una forma que dominaba en sus diversos registros. Para esa ocasión, inclusive ideó una nueva variante de corte shakesperiano, pero con la novedad de que los dos últimos versos también rimaran con los de la estrofa final.
El diccionario de la RAE define fanfarria, en su segunda acepción, como “conjunto musical ruidoso…”. Mas, yo definiría como música acordada, dirigida por una pluma inspirada e idónea esta sobria y bella compilación.
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