Primavera de libros y soles

Publicado: 13/04/2011
Bajo un ardiente sol que pareciera anticipar el estío, llega a mis manos un buen número de atractivas novedades primaverales.


Con “El viento y la palabra” (Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2010), José Verón Gormaz concluye una trilogía, que tuviera en “En las orillas del cielo” y en “El exilio y el reino” (2005) sus otros dos complementos.
Este aragonés del 46, que alterna su labor como poeta con la de narrador, periodista y fotógrafo, ha vertebrado en esta ocasión un bellísimo cántico donde se dan la mano la precisión rítmica y la riqueza verbal. Con un tono de honda reflexión (“Peregrino del aire,/ vuelvo a la soledad de las colinas (…) Quiero escapar/ entrar en mis estancias,/ cruzar la última puerta”) y, en franca comunión con los elementos naturales y metafísicos que lo circundan (“Brillan, tristes, los sauces en el río/ bajo la luna y su indecisa luz”), su verso se adentra por los enigmas de su acerada intimidad, por las esquinas que sostienen su vital condición. Con seductora armonía, su discurso va creciendo en esencialidad (“Que esta luz recobrada sea eterna”) hasta anudar a esa dicotomía que titula el conjunto -el viento y la palabra-, al temblor humano que brota de sus adentros: “El tiempo, alguna vez, es todo el tiempo”.

En su prólogo, anota Javier Barreiro que es este “el mas alto de los quince libros publicados por el poeta aragonés”. Y tras su lectura, no queda sino darle -gozosa y justamente- la razón.

En “Ojos de calendario”, reúne Sabas Martín (1954) un puñado de poemas que fueron escritos “para ilustrar, acompañar, complementar o subrayar imágenes concretas vinculadas a las artes plásticas, hayan sido cuadros, esculturas o fotografías”. A ellos, se añaden algunos inéditos que conforman este mapa personal de la memoria. Porque estas páginas pretéritas que se vencen del lado de la mirada del autor tinerfeño, son, a su vez, una manera de recuperar con nostalgia y emoción un tiempo ido, pero cercano y llameante.

La temática de sus textos se torna, pues, variada y solidaria y va adensando y concentrando escenas de aguda plasticidad: “Todos los sueños de la Historia/ caben en la sangre del Drago./ Y en sus raíces el mar guarda/ la secreta memoria del futuro./ Testigo de sangre, sueños y horizontes,/ como una isla necesaria transcurre el hombre./ Las imágenes del tiempo construyen su mirada”. Y así, testigo de su propio acontecer y atento a todo aquello que contenga en su interior materia artística, Sabas Martín se empeña en devolver a su retina los escenarios y los momentos que llenaron con bellas instantáneas su acontecer. El volumen, se cierra con un relato lírico, “Fuego blanco”, confirmador del sobrio quehacer de un escritor que siempre envuelve su creación en “el destino decirse por entero”.

Con “Cuaderno de Britania”, José Luis García Herrera (1964) obtuvo el XXXI premio de poesía Juan Alcaide. A través de la Asociación del mismo nombre, ve al luz esta entrega del poeta barcelonés, la décimotercera en el género de poesía.

Tan extensa nómina de publicaciones, no ha hecho que su verso se relaje ni distraiga un solo instante. Mas bien al contrario, pues su decir sigue afilándose y dando muestras de una excelente y juvenil salud lírica.
En esta ocasión, una sensación de extranjería invade al yo poético y desde su perfil más solitario y memorialístico, vuelca un amplio cúmulo de sentimientos, con los que García Herrera pretende explicarse -y explicarnos-: “En las calles soy huésped. Nadie me ve como yo veo en todos los que pasan/ sin mirarme”.

Lugares que fueron común cobijo (Blommsbury Square, Westmisnter Bridge, Kentwell Hall…), inolvidables lecturas y autores en lengua inglesa (William Shakespeare, Alfred Tennyson, T.S. Eliot, Virginia Wolf, Brian Patten…), misterios que se escriben más allá del alma (“No sé adónde voy. Ése/ es el dilema de esta tarde,/ de esta tarde que he ido atravesando/ como si toda mi vida fuese un tren/ que pasase de largo…) pueblan estas páginas de momentos cómplices y muy próximos al lector. Y todo ello, además, aderezado con un verso madurado y confesional: “En la búsqueda de mí/ di todo cuanto tuve”.

Galardonado con el premio Ciudad de Santa Cruz de la Palma, “La poesía debe ser como la bala que mató a Kennedy” (Ediciones La Palma. Madrid, 2010) este título viene a sumarse a la dilatada trayectoria de Pedro Flores (1968).

Dividido en tres apartados, “Prendas raídas”, “La prueba del catorce” y “Cosas que decirle a ella antes de que se acabe el mundo”, el libro se sostiene sobre un andamiaje unitario que se inicia con un conmovedor texto: “Aunque parezca otra elegía a Pavese, es un poema a tus ojos”. Tras él, una serie de emotivos homenajes con Borges, Ernesto Cardenal, Miguel Hernández…, como principales protagonistas. Y de homenaje -si estrófico-, podría considerarse también su segundo apartado, en donde el vate canario utiliza el soneto como forma única. Aquí, el amor -¿el desamor?-, la soledad, la dicha, el desconsuelo….fluyen poderosos y bien articulados y, en sus catorce líneas, Flores deja entrever sus sabias dotes como autor irónico, consistente y versátil: “Ya no existe la calle en que nos vimos,/ ni el pequeño y oscuro restaurante/ donde por vez primera nos comimos,/ mi diosa deseada y deseante”.

Como coda, un recetario amante, donde su voz ahonda con naturalidad en el privilegiado paisaje del corazón (“Quizá el amor sea ese momento/ en que la mano es más rápida que el ojo,/ la vida más larga que la muerte”) y que sirve para complertar un volumen de coral intensidad, de musical celebración lírica.

Cuatro años después de “El jardín olvidado”, Luis Bagué Quílez (Palafrugell, Girona, 1978) regresa con “Página en construcción” (Visor. Madrid, 2011), distinguido con el premio Unicaja de poesía.

En su anterior volumen, la voz del poeta gerundense se hacía eco de un pasado de inquietantes remembranzas y de un presente que no ofrecía más que “la levedad del paraíso”. Ahora, su decir, se dirige hacia una reflexión más meditada del universo que nos envuelve, el cual vamos edificando entre la incertidumbre y la nostalgia.
 
Asimismo, su preocupación se centra en una temática de candente actualidad, donde tienen cabida los protagonistas más cotidianos y los gestos más sencillos. Pero, tras estas premisas, acecha, a su vez, incesante la búsqueda de un lenguaje preciso y común, que imponga rigor social y aúne complicidades: “Todos somos extranjeros aquí/ viajeros a través de los idiomas,/ testigos de palabras/ que no entienden palabra”.

Una amplia variedad de escenarios -Alicante, Cabo de Gata, Dublín…-, de referentes musicales -David Bowie, Bob Dylan, Joy Division…-, de referentes líricos -Juan Ramón, Salinas, Auden…-, se cuelan entre estas “páginas en construcción”, donde no falta una velada crítica a ciertos estamentos y clichés, que Bagué Quílez sabe abordar con elegante ironía.

En suma, un poemario sugeridor que refrenda los excelentes mimbres de anteriores entregas y que apuesta por un diálogo cultural y comprometido: “He aprendido/ la duda razonable/ que se cumple en el centro del poema/ y conduce a otra duda (…) Ya sabemos la última pregunta./ Aunque tal vez nos falte/ capacidad para pensarla”

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