Luces de interior

Publicado: 25/06/2024
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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El poeta albaceteño Manuel Cortijo incide en lo que ha venido siendo su primacía temática: el amor, el tiempo y la finitud
Es cierto que el ser humano está inmerso en el mundo físico al cual pertenece, pero es cierto, igualmente, que su parte más noble, su alma racional, pertenece a un universo único, donde alberga el conjunto de sus ideales morales. Desde esa intimidad se ensambla y se constituye su esencia, su conocimiento teórico y práctico. Y al par de ese sustrato, de esa materia última que determina su condición, se vertebra la realidad latente de su naturaleza. Para el poeta, ese yo lírico que compone y comparte la experiencia de los sentidos, se hace motor de su identidad creativa, la luz interior que enciende su verso.

Y, precisamente, esa lumbre, esa llama sostenida y unánime es la que Manuel Cortijo (1950) lleva avivando desde la publicación de su primer poemario, “Memoria de lo usado” (2012). A éste, le siguieron “Los dones de la luz” (2015), “Estancias” (2018) y “Cuando quiera la noche” (2020).

De este último, dejé anotado anoté que su voz se afanaba en rozar lo intangible a través de un proceso de constante revelación. Sabedor de que su propia condición humana no le permitía alcanzar la expresión de lo inefable, recurría a la palabra, para dar cuenta del tamaño de su inquietud y de su miedo, de la estatura de su emoción y de su asombro:

“Aquí me quedaría/ a vivir en la luz sin hacer cuentas/ de la noche que viene,/ que comienza en mi pecho,/ que acabará en mi pecho”.

Ahora, en su nueva entrega, “A fin de cuentas” (Mahalta. Ciudad Real, 2024) el poeta albaceteño incide en lo que ha venido siendo su primacía temática: el amor, el tiempo y la finitud. A través de este tríptico, su decir se alza con la voluntad de ser entendido, de aunar en su mensaje una síntesis vital donde prima la libertad que otorga cuanto de espiritual reside en el hombre. Mediante un verso melódico, cargado de un humanismo revitalizador, su discurso se orienta en pos de un ordenamiento de lo terrenal, de cuanto convoque la totalidad del espacio y el tiempo que redunda en sí y en su derredor. Porque desde esa cercanía, desde la propia verdad que comprenda la dicha de existir, podrá conjugarse lo racional y corazonadoque habita en la certidumbre del verbo: “Quizá sea este el momento/ de recibir la voz que yo esperaba/ que era un débito de alguien/ que ahora se me ha ofrecido como un dios,/ con piedad absoluta, ha venido en mi ayuda/ para que yo termine,/ aquel poema que estaba a medio hacer…”.

Dividido en tres apartados, “A cuentas con la luz”, “Tomar de lo que viene” y “Si esto fuese palabra”, el volumen es un himno que resuena en la orilla de la subsistencia, en el filo de lo cotidiano, que mira hacia el ayer y se resguarda en la memoria de lo amado y de lo ido, pero sin permitir que nadie borre la sustancia más hermosa y perdurable que va cosida a cada poema.

En su jugoso prólogo, Cristóbal López de la Manzanara, escribe: “En este poemario el dolor y la alegría forman parte por igual en una aleación estética (…) está unidos en una afirmación de vida y plenitud”. Y unidos, cabria añadir también, por el lirismo de un poeta de verso honesto y conmovedor: “Me busco en mi verdad, la que va en mí,/ para no confundirme, engañarme a mí mismo”.

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