Así, cuando la niña, a la vista de un sillón vacío, decide poner a salvo su corazón, introduciéndolo en una botella que se cuelga del cuello, el lector -¿lo hará si es niño?-, debe reparar en que ese sillón, al principio, aparecía ocupado por un señor que lee un libro a la niña y que entendemos debe de ser su padre, desaparecido en las viñetas siguientes… y fallecido. La niña no podrá sacar su corazón de la botella, hasta que encuentra a otra niña en la playa, capaz –no se explica cómo- de extraer el corazón del recipiente de cristal y entregarlo a la protagonista. Y uno piensa que todo es un símbolo, una metáfora, y que esa segunda niña, al brindar su amistad a la primera, sana el entristecido corazón de ésta. Uno, digo: un lector adulto. Pero ¿un niño? Confieso que he pedido opiniones al respecto, y han resultado en verdad contradictorias. Añadamos -opiniones al margen- que Oliver Jeffers es irlandés del norte, de Belfast, graduado en la Universidad del Ulster y afincado actualmente en Brooklyn. Además de en su ciudad natal, ha expuesto su obra pictórica en Nueva York, Dublín, Londres, Sydney y Washington. Y numerosos premios jalonan su trayectoria, entre ellos el “Blue Peter Book Award”.
El otro libro que comento, editado por la misma entidad mexicana, “Cocodrilo va al dentista”, del japonés Taro Gomi, no esconde clave alguna, ni necesita lectores sagaces para su plena comprensión. Con trazos gruesos muy diferentes a los de Jeffers, Gomi ilustra su brevísimo texto, en el que enfrenta a Cocodrilo y su dentista, y saca a colación, con idénticas frases, sus respectivos miedos. El saurio teme al especialista y sus instrumentos, y este al animal de boca tan bien armada. Con esa mera idea juega el japonés para construir su historia, destinada, al cabo, a recordar al niño lector que debe lavarse los dientes.
Taro Gomi, nacido en Tokio en 1945, es un prolífico escritor e ilustrador que ha hecho de los pequeños los principales destinatarios de sus obras: más de cuatrocientas a estas alturas, entre las que no faltan canciones infantiles. Naturalmente, su producción ha traspasado las fronteras de su país y son muchas las lenguas a las que ha sido traducido. La versión española de “Cocodrilo va al dentista” es de Kazuko Nagao”. Valga aquí dejar constancia del traductor de “El corazón y la botella”: Udo Araiza.
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