Nació Frank Stanford en Richton, Missisipi en 1948. Antes de cumplir los treinta años, se disparó tres balas en el pecho y puso fin a una vida inquietante y plena de complejidades.
Ahora, Pre-Textos, da a la luz, “Habla terreña” (
Fiel Talk), uno los ocho poemarios que escribiera en sus últimos siete años de vida y que editase originariamente en 1975.
La traducción y notas han estado a cargo de Patricio Ferrari y Graciela S. Guglielmone, en tanto James McWilliams ha escrito un prefacio que da cuenta las vicisitudes del escritor norteamericano, además de desvelar algunas de sus claves líricas: “La magia escondida de un poema de Stanford está en la forma en la que maneja influencias tan aparentemente inconexas como la poesía guerrera japonesa, las tradiciones americanas de jazz y blues, el surrealismo francés y español, las leyendas del rey Arturo y de Chaucer, el misticismo Zen y los yodels populares de los bosques más recónditos del sur”.
No es sencillo descifrar todo aquello que Frank Stanford relata al filo de sus versos. En cada relectura, puede hallar el lector sugestivas inferencias que desvelen su personal universo creativo. Hay una fuerte conexión con la Naturaleza que sintió tan de cerca y con la emotiva identidad que circundó su postrer tiempo, en el que vivió en una cabaña aislada, en las afueras de Rogers, en Arkansas.
El yo que se anuda al discurso de autor estadounidense establece un diálogo plural y simbólico, un sucesivo acontecer donde las imágenes se hacen elásticas, la semántica se torna moldeable y la sintaxis se voltea de manera sucesiva: “Y tiemblo con el pez gato negro como el hollín/ y me desplomo en un jazz de funeral y en un
ragtime acuoso y lento/ me entrego a la tensión del mapache que se acerca/ flexionando mis ojos con la oscuridad/ y juro por mi vida/ que acecharé esta isla negra hasta poder volver/ tu beso sucio carne del rayo y del trueno el dolor/ estoy listo para el espumarajo de tu lengua calcinada”.
No cabe duda de que quien se enfrente a este cántico omnímodo, turbador, deberá poner sus cinco sentidos y su sólita voluntad para acompañar a Stanford hasta sus anhelos primigenios, hasta sus incomparables azares, hasta sus desnudas promesas. Porque en su elaborado formalismo,dibuja, esconde, cobija y devela, a su vez, los tangibles elementos que esencian su argamasa temática, en donde lo pretérito, lo amatorio, lo ontológico y lo espiritual, aglutinan la trama de un poemario nacido para lo posible. Y, también, para lo utópico: “Leí libros con los dedos mojados/ grité en dirección de la barca de antaño/ cuando los hombres masticaban cerillas y pensaban/ en su propia muerte/ como mujeres amarillas pavoneándose por el polvo/ echado en mi cama con las lluvias cayendo/ recordé la lluvia/ conduciendo a casa desnudo echado en la sombra/ cuando caminas por las calles no te conoce nadie”.