Cartógrafo del corazón

Publicado: 10/11/2010
Meses atrás, refería desde este mismo espacio, la aparición de la obra poética completa de Joaquín Benito de Lucas (Talavera de la Reina, 1934), que bajo el título de “La experiencia de la memoria” daba a la luz Calambur.
Ahora, llega a mis manos, “Humo de un beso” (Editorial Alhulia. Colección Palabras Mayores. Salobreña. Granada, 2010), una antología amorosa que abarca más de cincuenta años (1957-2009) y devoción al pie del verso.



En esta ocasión, Françoise Ducos -esposa del poeta talaverano- ha sido la responsable de ordenar esta compilación de corte amatorio que viene a demostrar la vital importancia que Benito de Lucas ha dado siempre a tan clásico universo.
Si en líneas generales, la temática de su decir ha venido signada por lo memorístico, lo real y lo elegíaco, no es menos cierto que ha sido también el amor una referencia incesante en su trayectoria. Como ha confesado el propio autor, hay bajo su ámbito amante dos claras vertientes: la de la plenitud de su logro, resuelto, por ende, en un cántico de común felicidad, y un estadio más sombrío, en el que la conciencia siente tal gozo como algo transitorio y perecedero.

Con buen criterio, el volumen se nos ofrece dividido en seis apartados, que muestran las diferentes esferas por donde el amor conduce el latir del yo lírico: “Ausencia”, “Encuentro”, Entrega”, “Desamor”, “Espejo para amantes” y “Cuatro poemas inéditos”, segmentan esta entrega, donde -de nuevo- puede descubrirse el sólido registro verbal y sobrio dominio de las estrofas y tonalidades rítmicas de la que hace gala el escritor toledano.

“Porque el amor es como el mar;/ no importa/ lo dicho, lo aprendido,/ si la espuma que mueve es verdadera”, escribe en su poema “Testigo, el mar”. Y cuánto aquí se canta y se cuenta, tiene en efecto, ese aroma a sincero desahogo, a íntimo testimonio, que envuelve la pura poesía. La dicha, la desesperanza, la pasión, el adiós, el reencuentro, el sosiego, la inquietud, el ayer, el mañana, el dolor, el bálsamo…, se dan la mano en este sobrio florilegio, donde una pluma cargada de sensualidad pasea y posa su efervescente devoción.

Francisco Castaño, afirma en su prefacio que Françoise Ducos construye en esta antología “un bastidor en el que los poemas se enriquecen y adquieren nuevos ángulos al verse reordenados, como si se escribieran una vez más por vez primera”. De modo que este “cartógrafo del corazón” -como el propio Francisco Castaño lo llama- sabe ahondar con voz precisa en los rincones del alma y extraer con limpidez textos que merecen una y más lecturas -“Intermedio”, “Campo de espuma”, “Como un reptil”, “Sabor a sal”, “No me beses más…”-, y que saben reconciliar al lector con el “humo de un beso”, con la esencia de lo bien dicho.

“Con el mismo miedo/ vamos hacia el amor y hacia la muerte./ Y, así, con miedo, triste,/ temblando las banderas de tus ojos,/ llegaste a mí”. Al igual que, a buen seguro, llegarán estos versos al corazón de todo aquel que se sumerja en ellos. Y que quiera bucear -y reconocerse- por entre el lírico océano de sus páginas.

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