Fue el suizo Ludwig Binswanger quien definió al escritor como el ser humano capaz de poseer la más completa comprensión antropológica de los riesgos y las venturas del yo. Juan José Martín Ramos (1961) podría servir como ejemplo literario de tal aserto, porque su obra narrativa y poética se vertebra como una sugerente cosmovisión de su intrínseco discurso.
Ahora, ve la luz “Si no veo mi rostro” (Polibea. Col.
ellevitador, 2023), un atractivo conjunto de aforismos que aúnan emoción, inteligencia y reflexión. Sabe el escritor madrileño que la perspectiva entre lo ideal y lo real está en continua mudanza, De ahí, que su misma otredad le ayude a ampliar su mirada y a comprender cuanto gira en derredor: “Al otro lado del espejo, mi otro yo se mueve a un lado distinto del mío. ¿También pensará distinto de mí?”.
El volumen recoge una
summa variada de pensamientos y temáticas que remiten a lo amatorio, lo espiritual, lo sentimental…, todo ello tamizado por una dúctil vigencia que dota al conjunto de una acentuada contemporaneidad. Siempre vigilante, escrutadorde cuanto su ánima convoca, Juan José Martín Ramos adopta un evidente compromiso con su tiempo y espacio vitales a los que concede no sólo la fe de su introspección, sino una voz plural, capaz de despertar el entendimiento ajeno: “Todos hacemos trampas. La conciencia de ello a unos les lleva a una ética. La ocultación a una política. Su expresión a la literatura”.
Claro que, al par de estas paginas, también asoman antiguos desencantos, renovados anhelos, recuerdos vulnerados y vulnerables, que van entretejiendo, conciliando, lo abstracto con lo concretoy que conforman una materia que nunca pierde de vista fragmentos de ansiada esperanza: “Depositamos en la escritura nuestra vana ilusión de supervivencia”.
En su lúcido prefacio, José Ángel Cilleruelo revive el perfil humano y literario de Juan José Martín Ramos e incide en que el principal actante de este compendio aforístico es “el juicio de la existencia. Y el punto de vista que asume el autor es defender una radical inmanencia que con incansable empeño combate en el curso del libro las diferentes concepciones de lo trascendente, tanto religiosas, sociales y filosóficas, como vivenciales”. Al cabo, lo empírico, juega, sí, un papel determinante, pues torna lo concreto en una fértil concomitancia con lacitada otredad. O lo que es lo mismo, ahondar en los abismos del yo para profundizar en la comprensión de lo impropio. De modo que, cada aforismo tiene su propio secreto, a veces, sustentando en la metáfora, a veces, en el símbolo y otras en el poder mismo de las palabras: “La desesperación, la soledad y la conciencia del fin son las condiciones de lo verdaderamente humano. La salvación eterna: una mera añagaza de quienes no se atreven a saltar sin red”.
En suma, el lector se halla ante un mapa de convivencia y celebración que se orilla de manera meditativafrente la oscuridad y la lumbre de los pasos andados, frente la íntima y periférica geografía de cuanto más nos importa y nos sostiene: “Es en el momento de la agonía cuando la vida se encuentra con su poema”.